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Francisco Rosales Ramos | Libertad de expresión

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Bien hacen los jueces electorales en desechar la actitud de muchas funcionarias o servidoras

La decisión del juez electoral de primera instancia doctor Fernando Muñoz que desecha la denuncia presentada por la señora Atamaint, presidenta permanente del Consejo Nacional Electoral contra el periodista Roberto Aguilar por una columna publicada en este diario el 18 de julio de 2023 con el título: Diana levántate y anda, fortalece el derecho a la libertad de expresión que ampara a los artículos de opinión.

El pleno del Tribunal Contencioso Electoral ratificó el 10 de este mes la decisión de primera instancia, con lo cual quedó firme la decisión del juez Muñoz.

Sin embargo, tanto la decisión del juez Muñoz como la del pleno del Tribunal Contencioso Electoral no analiza la competencia de los jueces electorales, que es sustancial en esta materia.

No analiza ni se pronuncia sobre la alegación del denunciado de que las infracciones previstas en la ley electoral se refieren exclusivamente a temas que afecten o puedan afectar a quienes intervienen en esos procesos, y lo denunciado por Atamaint no se ajusta a este supuesto sustancial.

Los servidores públicos deben tomar nota de que están obligados a mayores niveles de tolerancia frente al escrutinio al que se sometieron libremente cuando se postularon y aceptaron esos cargos, y por tanto, a aceptar la crítica a sus actuaciones “por más inoportunas o agresivas que fuesen”.

Las sentencias dejan claro también que los duros calificativos que usa Aguilar en el artículo de marras no contienen ningún elemento que permita calificar como violencia política de género que alega la denunciante, pues la censura a su actuación en el Consejo Nacional Electoral aplicaría igual si el denunciado fuese varón.

Bien hacen los jueces electorales en desechar la actitud de muchas funcionarias o servidoras de acusar de persecución por ser mujeres a cualquier crítica a sus actuaciones públicas.

Así, la censura a varias legisladoras que desacreditan a la Asamblea, nada tienen que ver con su género, sino con su impreparación, incontinencia verbal y alaridos ensordecedores.