¿Existe el robo perfecto?

En la escala de valores, y estos deben primar en todas las culturas, incluso en la clase política, la alternativa de trabajar, crear, ahorrar y prosperar se contrapone a la riqueza inmediata que los mensajeros del robo perfecto proponen’.
De acuerdo a la filosofía de la asambleísta del Napo, el robo perfecto demanda cautela y habilidad para esconder el botín. Es lo que expresó y no hay errores de traducción ni un contexto desmaterializado que próximamente migrará hacia alguna defensa basada en el odio racial. Establecida la circunstancia cabe, sin embargo, preguntar si existe o no el robo perfecto, esto es, el hurto no detectable, o que, siéndolo, queda impune.
No hay respuesta inequívoca ante tal interrogante, pero las posibilidades de lograrlo son pocas aun cuando sean mayores en el caso de la impunidad.
Para comenzar, el robo perfecto está sujeto a la ley de Murphy cuyo enunciado es “si algo puede salir mal (incluyendo el acto del robo), saldrá mal”. Sus corolarios refuerzan la aleatoriedad que caracteriza las consecuencias de nuestros actos pues “nada es tan fácil como parece”, “todo lleva más tiempo que el que uno anticipa”, y, para colmo de las desventuras, “si la ley de Murphy tiene que salir mal, saldrá mal, en el peor de todos los momentos”.
Estamos, como todo en el universo, sujetos a la Entropía, ley que establece, sin entrar en detalles técnicos, la condición de todo sistema de tender hacia el caos y la desorganización. De ahí que el acto de hurtar lo ajeno conlleva el riesgo de caos (el hurto, que conlleva violencia) y desorden (cuando se es pillado) o, dicho de otro modo, de ser agarrado con las manos en la masa. No será suficiente esconderse o no dejar rastro, como lo propone la legisladora pues, en la era de las comunicaciones instantáneas, el misterio dejó de ser tal y secreto entre dos, como ella ya lo experimentó, no es secreto.
Benjamín Franklin, quien también se hizo famoso por sus máximas, afirmó que “cuando tengas dudas, escoge decir la verdad”. La verdad no evita el caos ni remedia la ley de Murphy, pero abona a favor de la conciencia tranquila y de la paz mental.
En la escala de valores, y estos deben primar en todas las culturas, incluso en la clase política, la alternativa de trabajar, crear, ahorrar y prosperar se contrapone a la riqueza inmediata que los mensajeros del robo perfecto proponen.
La primera lección de ética para quienes ejercen el servicio público es la de que la corrupción con los dineros de los contribuyentes causa una pérdida de bienestar en la sociedad y se ensaña con los más débiles.
¿Qué le puede impulsar a una persona a espetar en público que quien vaya a robar debe hacerlo bien y saber esconderse? Las explicaciones dadas por los compañeros de bancada de la susodicha son inaceptables. No hay, repito, contextos o culturas que promuevan el robo como medio de sustento. Quien propone el robo perfecto sepa que no existe; que siempre afecta a un tercero, y que el mentiroso y el ladrón van de la mano y se delatan al mismo tiempo.
La corrección política, finalmente, no justifica quedarse callado o justificar tamaña ofensa, y a paso seguido sostener que se lucha contra la corrupción pues la realidad es que, como también lo dice el dicho, “cada ladrón juzga por su condición”.
Si todo un colectivo decide hacerse de la vista gorda, entonces le toca a la sociedad entera poner los límites y dejar en claro que el cinismo y la alcahuetería no son aceptables.