¿Una nueva república?
"La disfuncionalidad social y económica constituye el caldo de cultivo en el que se cuece el populismo"
El ejercicio de gobierno es una suerte de carrera de obstáculos; un campo de minas y trampas sembradas por quienes pretenden ponerle la zancadilla al gobernante. Refleja la inmediatez del problema nacional. Problema agravado por las poses histéricas de los atávicos y enemigos del comercio. En el primer día de gobierno de Guillermo Lasso aparecen las amenazas y fintes de los que están dispuestos a tomarse la iniciativa para hacer bulto y generar incertidumbre, y, como ya lo han afirmado públicamente, en un año “dar el golpe de gracia” sin que nadie les haya nombrado, como diría Olmedo, árbitros de la paz y de la guerra.
Es el país de los dos siglos perdidos. El país donde cierran las vías para impedir el comercio con la cantaleta cansina y retrógrada de los precios de los combustibles (“gasolina” la llaman) sin importar el desperdicio que aquello significa y menos aún quiénes resultan ser los verdaderos beneficiados. El país donde se carteliza la compra del arroz y se erigen muros oligopsónicos con los que los intermediarios extraen la renta de los productores que, sin mecanismos de mercado, quedan inermes ante la alternativa de no tener cómo disponer de su producción. El país donde, en la semana veinte de cada año, aparecen los que perennemente se aprovechan del ciclo bananero para, de la misma forma que en el arroz, extraer la rentabilidad de los pequeños agricultores. El país donde hay el permanente reclamo por sueldos y salarios más altos e inmovilidad social en el trabajo, sin importar la destrucción y limitación del empleo que tales condiciones causan.
Hay descalce en los tiempos, inmediatos y graves, de la pobreza, la marginación y la sedición, y las soluciones de fondo que requieren inteligencia, orden, recursos, aceptación y tiempo para ser efectivas. La disfuncionalidad social y económica constituye el caldo de cultivo en el que se cuece el populismo. Las propuestas de los gobiernos opacos apuntan invariablemente a los consabidos controles de precios que arruinan el intercambio, provocan la escasez, dan origen a los mercados negros y a más explotación. El Estado es autor, responsable y rehén de las promesas vacías que supuestamente se componen con impuestos que terminan destruyendo valor agregado. Los grupos de presión crean burbujas de privilegios proteccionistas y mercados fragmentados que benefician a los dueños del capital a expensas de los intereses de los consumidores. Y, cuando todo parece perdido, siempre hay como echarle mano a más deuda, sin importar el costo social eventual.
Es la realidad ecuatoriana; la del encuentro esquivo de un país retaceado por su diversidad. El gobierno que se inauguró esta semana tiene un complejo libreto económico que cumplir, pero tiene un “as bajo la manga” cuál es el de inspirar con liderazgo y ejemplo, para generar la confianza de los obreros, comerciantes y productores en su tarea de crear valor. Guillermo Lasso fue electo con el mandato de fundar la nueva república (o, más bien, una república) de democracia, imperio de la ley, economía libre y equidad social: ¡Su éxito o fracaso, de cualquier forma, no se dará por actos milagrosos, sino por el ejercicio eficaz de la voluntad colectiva expresada el 11 de abril!