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Gabriela Panchana: Bandas y bandos

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Lo más peligroso es que esta campaña de cinismo logre normalizar lo que describe el tango: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor”

Astutamente, los operadores políticos y mediáticos de las mafias llevan varios años intentando convencernos de que los sentenciados por sobornos y cohecho no son los únicos corruptos, que quienes los denunciaron y procesaron judicialmente también lo son, y que por tanto el tema no es de bandas (criminales), sino de bandos (ideológicos). 

Lo más peligroso es que esta campaña de cinismo logre normalizar lo que describe el famoso tango: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador. Todo es igual, nada es mejor”. No es así, nunca será igual la honestidad a la descomposición, por más veces que los descarados posicionen el concepto de persecución política o ‘lawfare’ y su lema “los corruptos siempre fueron ellos”. Ojo: su eslogan no niega sus vicios, solo afirma que los otros también son sucios. ¡Vaya defensa de su honra!

Sin embargo, lo más preocupante no es la artimaña de un grupo político cuya agenda empieza y termina por la impunidad de su líder prófugo y trastornado. Eso la mayoría de la gente ya lo sabe, y ha generado una implosión en el correísmo, que si quiere sobrevivir electoralmente, tendrá que encontrar la fórmula para ganar elecciones a pesar de Correa. Muy difícil.

Lo que sí sería trágico es que cale en el espíritu de la nación la idea de que no hay ningún político ni funcionario honesto, que todos los gobiernos son iguales al gobierno más corrupto de la historia, ese que manejó la mayor bonanza económica, nos endeudó por generaciones, abrió las puertas a los carteles y legalizó las bandas de delincuentes.

No, amigos, no es un tema de bandos. No es lo mismo fiscales serviles e indignos, que una fiscal valiente y perseverante -no por eso infalible-, como Diana Salazar. Así como no es lo mismo ser el brazo político y mediático de los narcos y asesinos, que ser políticos, periodistas y medios que, aun con errores, intentan servir al país y a la democracia. Dar por hecho que todo da igual es botar la brújula, perdernos en la desesperanza y condenarnos a ser un país sin futuro.