Gabriela Panchana: Poder sin pudor

Ahora sabemos que ese andamiaje corrupto al servicio de los negociados y de la impunidad pasó a suministrar también a narcos y asesinos. Imperdonable
Siete años no han bastado para borrar de la memoria el bochorno nacional de aquella exjueza, que con furia y delirio gritaba “¡¿quieres probar mi poder?!”, al tiempo que amenazaba con destituir y hasta matar a los policías que acudieron a la llamada de un restaurante donde la mujer había bebido de más, y se rehusaba a pagar la cuenta. Nadie la conocía hasta ese momento. Pero ella no dudaba de su poder, el poder de llamar “al hombre más poderoso de este país”.
Metástasis y Purga han sacado a la luz a los operadores políticos de la injusticia, que se enriquecieron a costa del despojo de tierras de familias de campesinos y de gestionar servicios judiciales a narcos asesinos.
¿Cuál era la fuente del poder de estos diligentes corruptos? Cuando un alcalde, un registrador de la propiedad, un juez, un notario, la presidenta de la Corte Provincial del Guayas seguía las instrucciones de Pablo Muentes, ¿lo hacía por el poder que emanaba de él, o por el poder que supuestamente representaba el pillo?
De ese poder sin pudor es del que quiero hablarles hoy.
Que líderes con décadas de experiencia y una inteligencia política tan temida como envidiada, nos digan que no sabían ni se imaginaban lo que hacían Pablo, Ronny y el resto de fichas, significa que no podemos confiar en ellos, porque sus coidearios los engañan y utilizan burdamente o porque nos están tratando como idiotas.
Era leyenda urbana que usaban la política para hacer negocios en privado, con los mismos gobiernos a los que les hacían supuesta oposición en público. Esas maniobras hipócritas, socialmente aceptadas por muchas élites, contaminaron la justicia, el CPCCS, la Contraloría, el CNE y todos los organismos que necesitamos desratizar. Ahora sabemos que ese andamiaje corrupto al servicio de los negociados y de la impunidad pasó a suministrar también a narcos y asesinos. Imperdonable.
Escribo este artículo con especial tristeza por el legado político del exalcalde Jaime Nebot, que podría haber conservado el honor de su servicio a Guayaquil por casi 20 años. Sus incondicionales han arrastrado al PSC y a toda la provincia.
No queda nada de lo que pudo ser. Sin pudor no hay honor.