Gabriela Panchana: Apagones y apagados
La historia nos enseña que las sociedades no colapsan por la fuerza de quienes las atacan, sino por la pasividad
Hoy quiero hablarles de unos apagones mucho más peligrosos que los que estamos padeciendo desde hace dos meses.
El apagón democrático es, quizás, el más alarmante. La pretensión de destituir a la vicepresidenta mediante un simple sumario administrativo del Ministerio del Trabajo no solo viola principios constitucionales básicos, sino que también revela un desprecio absoluto por la voluntad popular. Ya hasta le designaron un reemplazo, aunque la canciller insiste en que Abad sigue siendo vicepresidenta. O sea, para librar al presidente de su vicepresidenta, ¡le sumaron otra!
Este autogolpe de Estado devalúa la presidencia de Daniel Noboa y traiciona la confianza de quienes votaron por la fórmula presidencial. Cada voto por Noboa fue también un voto por Abad.
El apagón moral. ‘Periodistas’ extraviados se dedican a acusar a otros de ser como ellos. Bueno, no tan bajos como ellos (nada como ellos, en realidad), pero en sus pantallas manipulan hasta lo más evidente. Retuercen lo que leen, incluso cuando lo hacen textualmente y en voz alta. Y, para rematar, lo ‘aclaran’ después, transformándolo en algo que no tiene nada que ver con lo leído. Son maestros en su arte: convertir lo honesto en pecaminoso.
El apagón intelectual. Ilustres abogados, también intoxicados por su odio a Villavicencio, caen en la ridiculez de comparar peras con manzanas. Equiparan la revelación de chats periciados, bajo cadena de custodia y publicados por la Fiscalía, con los archivos apócrifos del submundo RC-Boinas.
Los apagados. Aquellos que, ante este agujero negro institucional y moral, permanecen en un silencio cómplice. La única manera de evitar que el país se pierda en las tinieblas es que los faros éticos -que sé que los hay- se unan para que su luz conjunta ilumine el camino antes de que sea demasiado tarde.
La historia nos enseña que las sociedades no colapsan por la fuerza de quienes las atacan, sino por la pasividad de quienes deberían defenderlas. Es hora de que cada ecuatoriano decida si quiere ser parte del apagón o de la luz que lo combate.