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Gabriela Panchana | Bukele: demoler la democracia con votos

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Los derechos son solo de los ‘buenos’, y quien decide quién es bueno es el presidente publicista

Esta semana me encontré una joya de podcast. En seis episodios, Bukele: El señor de los sueños, recorre la vida política de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, cuyo modelo de populismo autoritario es admirado y anhelado por muchos en Latinoamérica, y tal vez en el mundo, pues es cada vez más famoso por su efectividad y su respaldo. Acaba de ganar la reelección (prohibida en la Constitución de su país) con el 85 % de los votos.

Antes de ser político, Nayib Bukele trabajaba como publicista en la agencia de su familia, e hizo durante una década, las campañas políticas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, partido de izquierda. En 2012 gana su primera elección, la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un cantón de apenas 8.000 habitantes. En 2015 se convierte en alcalde de la capital de su país, bajo el mismo partido FMLN, con quienes rompe en 2018, y en 2019 gana la presidencia de la república con su partido propio Nuevas Ideas.

Su autoritarismo debuta el domingo 9 de febrero de 2020, cuando ingresa con el ejército a la Asamblea Legislativa y la rodea con seguidores que apoyan el espectáculo de fuerza populista para doblegar a la función del Estado que no se ha sometido aún. Un año después su partido ganará la mayoría legislativa y en el primer día de la nueva Asamblea destituirá, inconstitucionalmente, al fiscal general y a la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, los últimos rezagos de la institucionalidad salvadoreña, que serán reemplazados por funcionarios afines al régimen.

En El Salvador, Bukele ha reemplazado los derechos humanos y el Estado de derecho por la eficiencia para eliminar la criminalidad, aunque en el proceso desaparezcan unos cuantos miles de inocentes. Los derechos son solo de los ‘buenos’, y quien decide quién es bueno es el presidente publicista.

Antes de Bukele la satisfacción con la democracia en El Salvador estaba en 11 %. En Ecuador hoy estamos en el 12 %, somos terreno fértil para un populismo autoritario.

Defender la democracia es muy difícil cuando su desempeño es tan pobre; el gran problema de la electo-autocracia es que se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.