Gabriela Panchana: La neolengua del Nuevo Ecuador
Orwell explica que la meta a largo plazo era lograr que todos los habitantes emitieran palabras desde la laringe
Yuval Noah Harari explica que la ventaja de los Sapiens sobre otras especies, incluida la de humanos físicamente más fuertes como los neandertales, fue nuestra capacidad única para contar historias y organizarnos a gran escala, mucho más allá de nuestro círculo cercano. El desarrollo de la comunicación nos permitió cooperar con miles de desconocidos que compartían creencias, valores, mitos, ideología, cultura y objetivos. Esa habilidad es la base de las naciones, las corporaciones, las religiones y los sistemas legales y sociales. Sin ella seguiríamos siendo pequeños grupos de no más de 150 personas, luchando por sobrevivir. Nada de lo que conocemos como civilización sería posible.
¿Nos damos cuenta del poder de nuestras palabras? Pueden civilizar o barbarizar, unir o dividir, ilustrar o vulgarizar. Quienes tenemos acceso a audiencias amplias cargamos una gran responsabilidad: influir con lo que decimos o escribimos. Más aún los políticos, que, con sus palabras y decisiones, moldean la realidad para beneficio o perjuicio de millones.
Vaciar y reemplazar el significado de las palabras es la mayor arma de los poderosos. El uso del lenguaje por la propaganda soviética y nazi inspiró la neolengua de Orwell en 1984, cuyo objetivo era sustituir la viejalengua, esa que permitía pensar y cuestionar.
En el Nuevo Ecuador no hacen falta las complejidades de un sistema totalitario. Aquí todo es simplísimo y escaso, como la luz, las explicaciones de la crisis y, aún más, las soluciones que se proponen. Las lecciones de la neolengua en el Nuevo Ecuador esta semana nos enseñaron que: 1. Oír a los expertos sobre temas técnicos es “inhumano”; y 2. Ser empático es decirle a la gente lo que quiere oír, aunque sea inviable (literalmente, eso es demagogia). En conclusión, las buenas noticias del Gobierno no son tan buenas, porque no podemos creer en ellas.
En el apéndice de 1984, Orwell explica que la meta a largo plazo era lograr que todos los habitantes emitieran palabras desde la laringe, sin participación alguna de los centros del cerebro. A esa forma de hablar se la denominaba patolengua, es decir, “graznar como un pato”.