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Gabriela Panchana: Valientes para encarar la verdad

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Para impulsar ese despertar nacional, empecemos por volvernos alérgicos a la mentira

Una vez, luego de superar una experiencia muy dura, producto de confiar y ayudar a alguien que me convenció de una serie de falsedades para manipular mi empatía, me enfrasqué en entender la raíz de la mentira. Lo más interesante que aprendí fue que mentir es un acto de cobardía, una persona valiente dice la verdad y asume las consecuencias. Un farsante es un cobarde.

En nuestra vida pública abundan los cobardes, o sea los farsantes. Y estoy segura de que hasta que no exijamos que dejen de mentirnos desde cada institución del Estado, y desde cada político que se presenta a las elecciones, será imposible solucionar los problemas que tenemos. Problemas que son escalofriantes, como el secuestro de una familia en Guayaquil, perpetrado por policías activos en falso operativo; como el otro secuestro de dos trabajadores de una empresa de internet, a los que los criminales les cortaron dedos de las manos para exigir el rescate. 

Y así podría seguir, pero no quiero agravar la sensación de desamparo, porque de verdad creo que sí podemos salir de esta pesadilla, pero para hacerlo primero necesitamos despertar. Y despertar es abrir los ojos y mirar la realidad de nuestro país juntos: ciudadanía activa, sociedad civil, periodistas y medios, empresarios, políticos, academia, y tomar la firme decisión de que vamos a hacer lo que tengamos que hacer para salir de esto.

Para impulsar ese despertar nacional, empecemos por volvernos alérgicos a la mentira, a la demagogia, y a la alcahuetería de líderes de opinión que, a cambio de dinero, apuntalan el engaño y el cinismo.

Involucrémonos, al menos, desde las redes sociales, para exigirles a nuestras autoridades y a los candidatos, que no solo repitan lugares comunes, que tengan la dignidad y el coraje de mirarnos a la cara y demostrarnos que comprenden la magnitud del laberinto pantanoso del que tenemos que salir para que haya un futuro viable para la niñez y la juventud, que hoy parecen condenadas a ser parte de las estadísticas más tristes y vergonzosas de nuestra historia.

Sí podemos salir de este laberinto, pero solo si abrimos los ojos, y exigimos líderes valientes dispuestos a decir y a encarar la verdad.