Gabriela Panchana | Algo peor que la impunidad
Los derechos y las garantías siempre son pensadas para beneficio de las víctimas...
La semana que pasó fue muy dura. Quienes hemos estado unidos a lo largo de más de diez años en la lucha contra la mafia, de pronto empezamos una álgida discusión que hizo que la hermandad antimafias pareciera resquebrajada. Personalmente me sentí desorientada y decepcionada, porque aunque comprendo la reivindicación que produjo el asalto a la embajada de México para evitar la posible fuga de Jorge Glas, creo que la decisión de violar lo inviolable nos pasará una factura que no compensará la satisfacción de conseguir justicia por mano propia. Es indefendible que pretendamos cumplir la ley nacional rompiendo la ley supranacional, la que nos rige a todos los países que hemos decidido resolver los conflictos sin violencia. Con esta acción no solo nos hemos hecho daño a nosotros mismos, sino que hemos debilitado el Derecho Internacional Público y las convenciones que durante décadas han servido para salvar las vidas de ciudadanos perseguidos por dictaduras. Los derechos y las garantías siempre son pensadas para beneficio de las víctimas, y es absurdo que cuando son utilizadas fraudulentamente por corruptos decidamos atentar contra ellas, debilitarlas y desprotegernos.
En las clases de derecho procesal penal, mi profesor, el Dr. Edmundo Durán Díaz, nos enseñó que era preferible 100 culpables libres a un inocente preso, así lo creo. Pensemos, sí hay algo peor que la impunidad que mantiene libres a los delincuentes; es mucho más grave la maldad, la injusticia capaz de condenar a inocentes. Y eso ya lo vivimos. Durante el correato, opositores, periodistas, activistas o simples ciudadanos, como Francisco Sampedro, el señor que apenas brindó un servicio de flete de un borrego de cartón, fueron perseguidos, y no solo por delitos políticos, también por supuestos delitos comunes.
¿Para atrapar a corruptos como Jorge Glas nos vamos a condenar a no tener ni siquiera la posibilidad de contar con el asilo político de una embajada, pues, si el poder de turno considera que el país asilante está violando la norma, podrá entrar a la fuerza y sacarnos con francotiradores? No, no tiene sentido. Ojalá no tengamos que aprenderlo a las malas.