Gaitán Villavicencio: Drogas, prohibicionismo e imprevisión

El ‘boom’ económico de la segunda posguerra provocó el creciente consumo de cocaína, proveniente de Colombia y Perú, en Europa y EE. UU.
Antes de continuar con el proceso histórico de la legislación antidrogas es necesario dar nociones generales sobre otras drogas, como la cocaína y anfetaminas. El químico alemán Albert Niemann aisló, en 1859, el alcaloide principal de la hoja de coca, la cocaína. Y su consumo se propagó por Europa en la segunda mitad del siglo XIX hasta los años 20; se usó de forma terapéutica, pero se consumió en los medios artísticos y bohemios. Desde los años 20, como consecuencia de las crisis económica y política de la primera posguerra, se produjo la caída del consumo de cocaína, siendo reemplazada por la heroína (1895- Bayer) y las anfetaminas (1887), que eran industrializadas y baratas; aunque la primera producía un gran malestar físico y la otra provocaba una insatisfacción en sus adictos, se consumieron ambas mayoritariamente hasta los 70. Pero el ‘boom’ económico de la segunda posguerra provocó el creciente consumo de cocaína, proveniente de Colombia y Perú, en Europa y EE. UU. por los estratos medios y cuadros empresariales, llamados en esa época ‘yuppies’, que calificaban al alcaloide como la droga del bienestar, que clasistamente se convirtió en sinónimo ‘glamour’ y lujo.
Haciendo una evaluación retrospectiva de la legislación antidrogas encontramos que desde 1916 la Ley del consumo de opio no fue en sí un instrumento represivo, sino que inició el expediente moral negativo para cualquier tipo de consumo, introduciendo con ello el prohibicionismo como idea-fuerza dominante sobre cualquier otra propuesta alternativa en beneficio del consumidor o de la prevención. Segundo, la evolución temporal de esta legislación, hasta la actualidad, por un conjunto de factores, externos e internos que iremos destacando, provocó un entramado legal y jurisprudencia contradictoria, con vacíos, desconexiones y retrocesos inaceptables por presión de grupos conservadores, iglesias y convenciones internacionales que han complicado más la realidad social por la dialéctica confusa de reformas y contrarreformas legales. Y, tercero, esta narrativa legal se conformó con un doble componente, uno formal preventivo y otro operativo represivo predominante, que confundió al consumidor con el traficante.