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América Latina: fragilidad democrática

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En Ecuador tuvimos tres presidentes elegidos electoralmente que fueron destituidos ilegalmente.

Lo acontecido en Brasil, después del apretado pero legal triunfo de Lula en unas reñidas elecciones presidenciales, donde el ultraderechista Bolsonaro no acepta la derrota y en la más preclara postura trumpista solicita que se revisen algunos resultados electorales, movilizando a sus bases políticas para que pidan la participación de las FF. AA. y a los camioneros para que bloqueen las principales carreteras; o lo sucedido recientemente en Perú, por un conflicto político permanente y sin salida, entre funciones del Estado controladas por voraces élites políticas y económicas limeñas, que tras el triunfo electoral del provinciano maestro rural Pedro Castillo se opusieron tenazmente a su ascenso al poder del Estado; incluso desde que le fue reconocido el triunfo por el Tribunal Nacional Electoral comenzaron a torpedear irracionalmente su administración con permanentes acusaciones de corrupción e incapacidad, y destitución de sus gabinetes presidenciales; tuvo 80 cambios de ministros, hasta que finalmente con la última acusación del Congreso el errático presidente sucumbió a la tentación dictatorial y ruptura de la Constitución, coadyuvando a que el Congreso lo destituya por “permanente incapacidad mora l”(¿¡) con 101 votos de 130. En este contexto regional, ¿es viable la democracia en un escenario político, constitucional e institucional como el actual? Pensamos que ya hemos tenido graves problemas en el pasado como los mencionados. En Ecuador tuvimos tres presidentes elegidos electoralmente que fueron destituidos ilegalmente. ¿Son estas sucesiones presidenciales, como el caso de Dina Boluarte, la salida para seguir sosteniendo que vivimos en un régimen democrático y de derecho? Hay que continuar reflexionando al respecto, frente a la insurgencia de partidos de ultraderecha, movimientos neofascistas y neopopulismos. Los principales enemigos generadores de la fragilidad de la democracia en la región son la existencia de oposiciones políticas extremistas y caníbales, la polarización de los electorados nacionales, los diseños constitucionales a la carta, el hiperpresidencialismo, la judicialización de la política, la corrupción y el neoliberalismo.