A defender la democracia

Lo político en Ecuador debe mirarse en el actual espejo brasileño para evitar cualquier tentación autoritaria
Este artículo se intitula con la resolución a que llegaron los máximos líderes de las tres funciones del Estado reunidos en Brasilia, en la Plaza de los Tres Poderes, en el palacio presidencial recuperado pero destruido por el ataque vandálico de turbas bolsoneristas a estos edificios patrimoniales, creados por Lucio Costa y Oscar Niemeyer. El trágico domingo 8 de enero, la mayoría de líderes mundiales repudiaron el golpismo y condenaron “los ataques a la democracia y a la transferencia pacífica del poder”. ¿Qué consecuencias tiene este repudiable hecho político a nivel regional, del Brasil y Ecuador? El abominable acto fue provocado por las maliciosas denuncias y errático comportamiento del ultraderechista expresidente Jair Bolsonaro y ejecutado por el componente más radical de sus irracionales seguidores -conformado por fanáticos fundamentalistas religiosos, militares pasivos y activos, rabiosos miembros de las clases medias, nacionalistas trasnochados y conspiradores internacionales, como el neonazi Steve Bannon, que asesoró a los hijos del ahora llamado por sus seguidores defraudados con el alias del ‘capitán fugitivo’-, justificando su vandalismo porque las elecciones presidenciales habían sido amañadas, pero sin dar ninguna prueba concreta del fraude. Bolsonaro se equivocó en su estrategia golpista al no tener en cuenta que en Brasil y Latinoamérica se habían dado cambios: las FF. AA. estaban divididas como consecuencia del relevo generacional y nuevos paradigmas educativos y de profesionalización; el electorado estaba polarizado y fragmentado; Lula había logrado montar una amplia alianza de partidos y movimientos políticos, desde la derecha democrática a la izquierda radical frente a la soledad partidista del ultraderechista basada en el partido Liberal y una masa amorfa de seguidores: La copia burda del modelo trumpista y su golpismo congresil tumultuario no marcha en LA; y el movimiento pendular de la política vigente en la región marca una novedosa alternabilidad en el ejercicio del poder siempre de corte democrático y electoral.
Lo político en Ecuador debe mirarse en el actual espejo brasileño para evitar cualquier tentación autoritaria.