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Los designios

Avatar del Ignacio Granja

Tenemos que luchar para que los robolucionarios regresen a sus madrigueras y en la húmeda soledad recapaciten.

Por definición, son pensamientos o propósitos del entendimiento, aceptados por la voluntad. Así entendido, lo que nos toca vivir en este Ecuador en particular, no se parece en nada a la definición, pues los predestinados desde que somos república nos han sometido a sus ideas y propósitos, que no siempre han sido buenos. Todo lo contrario, han estado repletos de antojadizas intenciones propias u ordenadas por gente extraña que ha querido y quiere influenciar en la voluntad de los ciudadanos, para que acepten los cambios que a todo trance anhelan introducir para traer a esta región lo que ha fracasado de manera rotunda en otras latitudes. Así vemos los pensantes cómo se han apoderado de gobiernos de una manera pacífica, abusando de la ignorancia y claro, también, de los horrores causados por tendencias que debieron proceder de una manera más social y humana.

Pero los que quedamos no debemos aceptar que se sientan los dueños del país. Tenemos que luchar para que los robolucionarios regresen a sus madrigueras y en la húmeda soledad recapaciten. A lo mejor se arrepienten de haber sido tan descerebrados al obedecer ciegamente a un desquiciado, prófugo ahora, que se sintió el gamonal de una hacienda. Que creyó haberse convertido en el único ser capaz de impartir órdenes en la patria. Que usurpó los poderes ancestrales en los que se asienta una verdadera democracia.

Por la forma de hablar, debe haberse graduado en lingüística y a lo mejor es un seguidor ciego de la deconstrucción francesa. Debió haber creído que “el terror y la crisis también eran otra forma de gobernar”.

Quiero estar en lo cierto y que en febrero nuestro Ecuador regrese a ser la isla de paz que una vez fue. Los agoreros, que ya empezaron a martirizarnos con sus porcentajes, como si fuera una carrera de animales, deben tener sangre en la cara y no expresar ridiculeces que confunden y alientan a la masa para que crea que esa debe ser la única manera de escoger al sucesor.

Ya nos toca llegar al lado opuesto de los mandatos consagrados en el mamotreto de Montecristi, que debe ser abolido en su totalidad por cualquier vía, democrática, por supuesto. No hay otra salida.