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Seguimos en lo mismo

Avatar del Ignacio Granja

Es que de tanto leer o escuchar las noticias generadas por los actores de mala fama, nos acostumbramos y tratamos de continuar con la rutina que nos impone la vida diaria.

El circo y sus payasos no han cambiado. Son noticia por peinados, actitudes, frases o compra de vehículos de alta gama, dicen. Pero conocer de alguna ley positiva para el país o nombramiento de autoridades para la marcha del Ecuador, esperemos sentados.

Con el mamotreto vigente, nada bueno conoceremos. Presidente, el rato menos pensado se lo traga y con usted cae este pobre país asaltado por el prófugo y sus borregos disfrazados.

Absurdos vemos a diario.

En Guayaquil letreros de la ATM que anuncian el tiempo para llegar a un lugar. Lo lógico sería indicar la distancia.

Otro, las pinturas en paredes, pagadas por la Municipalidad. Una llama la atención: SARMIENTO es pueblo. ¿Quién es el señor?

Más absurdos: minuto de silencio que nunca se cumple. Deberían pedir un momento de silencio. Hay más, pero por ahora les dejo estos pocos ejemplos.

Eso sí, la novedad mediática es la viril y frontal lucha del señor Fernando Villavicencio Valencia, en la madriguera de las ratas, moviendo escombros para desnudar el accionar rastrero de autoridades, burócratas pipones que se llevan el Ecuador sin el menor asomo de vergüenza. Es la hecatombe de tal magnitud que los abominables actores pueden obrar de manera perversa contra este gladiador. Hay que cuidarlo como oro en polvo. Autoridades, actúen a tiempo. Seres humanos frontales en la vida política quedan muy pocos. No podemos contentarnos con la alcahuetería de los grilletes o el conocimiento de que los juicios son dilatados por una variedad de argucias tramadas por los defensores de los delincuentes. Triste papel de los profesionales que se prestan al juego, a sabiendas de la realidad.

Señora Fiscal General, termine de entrar en la historia de la patria, como la mujer que con la ley en la mano dicta las sentencias que esperamos conocer los seres perjudicados por la robolución. No se olvide de los que ni respiran para que no los tomen en cuenta, pasan de agache, dirían, pero viven de lo robado.