¿Otra vez?

"Camino a casa, sabemos que se perdió, que se quedó con el depósito del papelito en la urna"
De una manera sorprendente los ecuatorianos somos gente muy dada al olvido, de toda índole. Se explica entonces por qué repetimos acciones que nos han causado más de un dolor, sin importarnos las consecuencias que nosotros generamos.
En lo político nos engañan y decepcionan a cada rato. Con el ejercicio de la democracia, cada 4 años nos acercamos a las urnas para elegir al predestinado conductor de nuestro destino, sabedores de que nos van a defraudar al no cumplir ninguna de las ofertas hechas en la campaña; pero ahí vamos con la renovada esperanza de que esta vez sea la definitiva. Ilusos y hasta gustosos ejercemos nuestro derecho al voto.
Vale la pena recordarlo pero es la única vez en que se impone la igualdad de clases, sin distingo alguno. Camino a casa, sabemos que se perdió, que se quedó con el depósito del papelito en la urna.
Esa realidad impera en todo el mundo. La mentira socialista debe dolerle mucho al que espera el milagro. Esa tendencia solo reparte miseria y crea otra clase dominante, la que gobierna. El resto es cuento barato.
Aprovechando el encabezado tengo que hablar de la pandemia generada por el regalo chino, que originó muertes de colegas, héroes en la lucha para salvar a sus semejantes, pero que gracias a la mala política de quienes en el mundo primero y en el país después, no se han preocupado de seguir de una manera coherente y persistente con las precauciones lógicas para darle combate sin cuartel al enemigo oculto, que espera el menor descuido para volver al aniquilamiento de la humanidad.
Es doloroso ver gente caminando por las calles sin protección alguna. Mascarilla bien puesta, aislamiento social y lavado de manos frecuente, suena tan sencillo que duele ver a seres humanos expuestos y potencialmente portadores del virus, contagiando, por supuesto.
El tema económico es muy grave. La disyuntiva es trabajar o cerrar, generando desempleo y más presión social de la que los plumíferos, en Quito, manipulados por el prófugo y sus huestes, se pueden aprovechar para repetir los actos de vandalismo que hasta ahora están sin sanción.