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‘Best before’

Avatar del Inés Manzano

...desconociendo que hay alimentos perecederos que muchas veces no llegan a los 7 días, y que entonces esa norma obligaría al agricultor a trabajar en su campo para donar’.

¿Consumiría un alimento que es seguro para consumir pero que tal vez no está en su mejor calidad o frescura? ¿Cuántas veces ha tenido que botar un alimento que tiene fecha de vencimiento expirada? ¿Sabe la diferencia entre pérdida y desperdicio de alimentos?.

Hace unos días estuve en sesión telemática de la Comisión de Salud de la Asamblea, previo a que esta redacte el segundo informe del proyecto de “Ley para Reducir la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos y Mitigar el Hambre en Personas Vulnerables”.

Una de las observaciones a la ley es que si bien su título dice “Reducir la Pérdida de Alimentos”, su texto no contiene un remedio para lograrlo. La pérdida del alimento se da entre el campo hasta la fábrica agroindustrial o el mercado; de ahí para adelante es desperdicio de alimentos, donde el consumidor tiene mucho que hacer, reducir y prevenir.

Para la pérdida de alimentos, al conocer las causas, conoces las soluciones. Así que incluye infraestructura vial, logística y mejores prácticas de comercio entre agricultor y agroindustria, y mercados al por mayor y menor.

Ahora bien, en el desperdicio de alimentos, tan propio de las empresas de alimentos, mercados y supermercados, usuarios y mala política gubernamental, tenemos mejores herramientas, pero ninguna de impacto en el proyecto de ley. Más bien, a veces parece un mal chiste para el agricultor. Por ejemplo, se exige que las frutas y verduras sean sacadas de percha antes de 7 días de no estar aptos y se donen, desconociendo que hay alimentos perecederos que muchas veces no llegan a los 7 días, y que entonces esa norma obligaría al agricultor a trabajar en su campo para donar. Tampoco se permitiría que los bancos de alimentos que reciban donaciones en buen estado y en grandes cantidades puedan, por ejemplo, utilizarlas para convertirlas en un producto con valor agregado, como compotas, mermeladas o sopas (caso real del Banco de Cuenca, gracias a una generosa donación de toneladas de brócoli) y venderlas para obtener ingresos de autogestión.

Es importante también que se revean las etiquetas y su información. Que se entienda que no es lo mismo la “fecha de vencimiento” que la de “mejor consumo hasta”. Si seguimos poniendo fechas que no corresponden a la seguridad de ingerir esos alimentos sino a su mejor calidad, o no corresponden al tipo de alimentos que requieren esas indicaciones, seguiremos contribuyendo al desperdicio de alimentos y a no poder recuperar estos para palear el hambre.

Comparecí como presidenta del Directorio del Banco de Alimentos del Ecuador, cuyo fin es apoyar al fortalecimiento de los bancos de alimentos en el Ecuador. Hasta ahora hay 22 y son frágiles aún, con la excepción de Quito, Guayaquil y Cuenca. Y en vez de exaltarlos les han creado obligaciones que sus exiguos ingresos no podrían cumplir, y aquellos que son de la Iglesia no podrían seguir trabajando, y encima se les establecen infracciones, sin sanciones, porque olvidaron ponerlas.

La intención del proyecto de ley es muy buena, propuesta por dos asambleístas en el 2019, pero termina siendo incompleta y redefiniendo la donación en Ecuador: ya no es la voluntad del donante sino una obligación.