María

Me desafía a proveerle y dejarle lo mejor del mundo en el peor momento del mundo.
Hace un año recibí un regalo divino, una vida nueva, un ser humano frágil. Dios la trajo en el momento que él pensó oportuno, uno no le pone límites a su bondad. Y si hay algo que he aprendido es a observar, lo más importante para poder actuar. Asimismo, la gratitud de que cada día esa personita encomendada a nosotros abra sus ojos y nos regale su mirada, sus brazos y su sonrisa. Esa moción interna de ternura y de amor consciente me ha regalado también el poder de la empatía; preguntarme, ¿cuántas madres necesitan ayuda? ¿Cuántos niños están en situaciones no adecuadas? ¿Cuántos padres que requieren guía y ayuda? ¡Cuántas necesidades que impiden su desarrollo humano! Y actuar al respecto.
Nos enfrentamos a un mundo sin precedentes en el ámbito social, alimentario, humano y ambiental. La economía existe con sus vaivenes, pero lo importante para el desarrollo está, desde mi observador, en un momento turbulento.
Hay que proponer ideas diferentes y viables, que sean también naturales. Me empeño en hacer ver y dirigir la mirada y atención a los bebés y niños menores de cinco años, porque es una etapa en la que adquieren todo lo que van a necesitar en su vida: nutrientes, y por ende desarrollo cognitivo adecuado; seguridad, con lo cual creerán en ellos y podrán emprender; amor, por lo que podrían alejarse de la crueldad, indiferencia y violencia; respeto, por lo que podrán amar la naturaleza, ya que otros dependen de esos recursos; límites, por lo que aprenderán a lidiar con la frustración; y más.
Como no vivimos en mundos paralelos, y la política incide hasta en estos menesteres, cuando leo los planes de gobierno, con temas macroeconómicos y de combatir la inseguridad, me pregunto: ¿en qué momento alguien mirará el desarrollo de la sociedad desde la mirada de los padres? ¿Desde las necesidades de un pequeño? ¿Desde el alivio emocional de una madre soltera? ¿Cuándo habrá la inteligencia, los pantalones y la empatía para decir que necesitamos más niños felices, más niños juntos a sus madres el mayor tiempo posible, más humanismo y familia; más inversión en cosas tan simples como pañales, fórmula, medicinas, atención médica, parques, una canasta básica para cada mes de la infancia?
De acuerdo al pediatra español Carlos González, el niño que se queda con su madre es más feliz. No es la casa, es la madre, a quien solo le damos tres meses de permiso materno. ¿Por qué no mejor 12 meses a cada uno de los padres?
Parece poca cosa, pero es el epicentro del cambio.
María me ha llevado de la mano durante doce meses, los primeros de mi vida en ser madre; me ha retado a ejercer cada valor que quiero ver en ella y en la sociedad; me enfrenta a reinventar mi negocio, mi profesión y mi esperanza. Me desafía a proveerle y dejarle lo mejor del mundo en el peor momento del mundo.
No existe más brillo que el de su mirada y más belleza que la de su inocencia y confianza.
Mario Alonso Puig nos dice que la familia es donde se comparte un proyecto, se valoran, se apoyan, y acompañan en la dificultad. Cuando quieres tener una sociedad sólida, debes apostar por la familia como sea que esta esté conformada. Y poner en valor al ser humano.
María es la bendición y la maestra más importante de mi vida.