Iñigo Balda: Culpas y damnificados
Están calculando cuántos votos pueden ganar diciendo qué cosa, y cómo hacerle más daño al ‘contrincante’ político
Han pasado seis días desde las catastróficas inundaciones de Valencia, en España. Los daños materiales son incalculables, así como el número de personas desaparecidas, que podrían terminar siendo miles.
Las calles siguen llenas de lodo, el cual los habitantes de los pueblos damnificados, junto a miles de voluntarios llegados de toda España, van limpiando poco a poco. Alimentos, también llegados desde todas las esquinas del país, movilizados y donados por civiles. Ciudadanos, también de todo el litoral, ofrecen sus camiones para llevar esos alimentos desde puntos de recogida y a distintos puntos de Valencia, donde otros voluntarios llevan estos alimentos, agua, ropa, y elementos de limpieza a los damnificados.
Si se han dado cuenta, todo lo que he mencionado tiene como elemento vertebrador al ciudadano común. Lo raro es que en una catástrofe de esta magnitud no esté hablando de militares, unidades de rescates o miembros de defensa civil ayudando, ¿no? Todos estos dependen de la coordinación política, que en Valencia brilla por su ausencia, a pesar de que todos estos cuerpos piden a gritos salir a ayudar.
El martes por la mañana la agencia meteorológica de España ya avisaba que las lluvias podían ser muy pesadas y causar inundaciones en ciertas áreas de Valencia ciudad y pedanías cercanas; por eso activó la alerta roja para gran parte de la zona.
Los políticos regionales no reaccionaron a tiempo ya que, en esta parte del año, suelen pasar pequeñas inundaciones para las cuales están preparados los vecinos, y pensaban que esta sería una más de esas pequeñas incidencias.
La agencia no siempre hace alertas rojas, pero sí son cada vez más normales. Ignorar esta alerta llevó a abandonar a su suerte a los ciudadanos en tres momentos claves: antes, durante y después de los hechos.
El primer abandono fue no alertar a previamente acerca de que podía ser un temporal más fuerte de lo normal. El segundo fue, una vez habiéndose dado cuenta de que venía fuerte el caudal que bajaba de la sierra y que ya estaba causando estragos, haber dado la alarma tarde, y no haber comenzado de inmediato las acciones de rescate en las zonas ya afectadas.
Cuando se dio la alarma, el agua ya estaba desbordando todo a una velocidad jamás vista. La alerta llegó demasiado tarde para los que querían salvar su carro, intentado llevarlo lejos del cauce normal de las inundaciones. A algunos no les dio tiempo ni de dejar tirado el carro.
Desde el martes, en medio de la catástrofe, hemos visto cómo políticos de uno y otro bando ideológico se echan culpas acerca de quién es responsable de la catástrofe, y quién es el que debe actuar, unos ‘jueguitos electorales’ inaceptables ante el dolor.
Están calculando cuántos votos pueden ganar diciendo qué cosa, y cómo hacerle más daño al ‘contrincante’ político, mientras que la gente sufre en las calles las consecuencias de su inutilidad.
Los ciudadanos están achicando agua, contando muertos, intentando comenzar desde cero sus vidas, mientras los políticos piensan en cómo sacar rédito político y electoral de la catástrofe en ciernes.
Si siguen apuntándose con el dedo asignando culpas de esta forma, ni uno ni otro va a tener nada que defender, pagando la ineptitud de olvidarse de que antes que nada son servidores del pueblo, no de ellos mismos.