Premium

Iñigo Balda: Elijo creer

Avatar del Iñigo Balda

Con cada año que sumamos a nuestras espaldas nos convertimos en seres más cínicos debido a todas las decepciones

La tierra acaba de terminar un ciclo alrededor del sol y hemos festejado comenzar un nuevo capítulo, un nuevo año, el cual siempre lo empezamos con esperanza.

Es una cosa rara la esperanza, es lo último que se pierde, y a lo que nos agarramos con más fe.

Este 2025 es un año de nuevos comienzos para el panorama internacional y el nacional. El 20 de enero asume el poder el 45/47 presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y en clave nacional tenemos elecciones presidenciales.

El mundo está cada vez más desestabilizado y volátil. Vemos como en cada esquina del planeta hay algún factor que puede hacer que todo estalle por los aires, por lo que el deseo de que nuestros gobernantes tomen decisiones de Estado es cada vez más importante; pero parece que, en lugar de escoger entre estadistas, los electores nos vemos obligados a tener que elegir entre la opción menos nuclear para que nos lidere. Mas no queda la esperanza de un giro en el guion, para bien.

Piense en la última vez que compró un guachito de lotería. Esa sensación de que ESE es el guachito ganador, el que lo va a hacer ganar.

Esa sensación que tenemos desde el momento en que elegimos el número de guachito hasta que revisamos el resultado del sorteo, esa sensación de adrenalina a través de las venas es la mejor sensación del mundo. Esa es la sensación que sentimos al empezar un nuevo año, a pesar del chuchaqui que muchos tenemos el día primero.

El problema es que con cada año que sumamos a nuestras espaldas nos convertimos en seres más cínicos debido a todas las decepciones vividas a lo largo de nuestras vidas.

Es fácil decir o pedir vivir la vida con la esperanza con la que los niños la ven, risueños y con todo por delante, y en algún momento (como cuando compramos un guachito) vivimos con esa esperanza; pero siempre dura poco y nos queda la amargura en el paladar.

2025 parece que va a empezar directamente sin que podamos tener un pequeño indicio de ilusión. Vivimos en un país sumido en el caos provocado por la lacra del narcotráfico y todas sus nefastas consecuencias en nuestra ciudadanía, como son la violencia, sicariato y corrupción desenfrenada en todos los sectores de nuestra sociedad.

Aparte de eso, no dejamos de escuchar de todo tipo de desgracias, tanto de nuestro entorno como en el resto del mundo.

Pero la esperanza es lo último que se pierde, y de eso me agarro yo.

Quiero tener esperanza en que el gobernante que escojamos lidere a este país en la complicadísima lucha contra los problemas que afronta. Quiero creer que el mundo va a dar un vuelco hacia la estabilidad. Quiero pensar que los gobernantes van a dejar de ser egoístas y realmente van a pensar en el ciudadano, que es el trabajo para el que son elegidos y por el que se embolsan cantidades degeneradas de dinero. Es lo que quiero, es lo que espero, no es lo que creo que vaya a pasar, sino a lo que me aferro con la mayor esperanza posible, con la ilusión de un niño, con la fe de un jugador de lotería.

Las posibilidades de decepción son del 99 %, pero me quiero aferrar a ese 1 %.

Como decían en Argentina durante diciembre del 2020, ELIJO CREER en ese 1 %. Elijo tener esperanza.