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Iñigo Balda: Giros forzados

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Un disparate de control poblacional y en contra de la libertad de movimientos que ya están implementando en algunas ciudades

Las elecciones al Parlamento Europeo con sede en Bruselas se celebraron el fin de semana del 7 al 9 de junio, dejando unos resultados que han removido los cimientos de varios países, siendo Bélgica y Francia los más afectados. Hubo una sonora victoria de la derecha, liderada por los partidos de la centroderecha agrupados en el Partido Popular Europeo, pero sumando mayoría con los partidos de derecha conservadora y derecha dura, en la que vimos como Rassemblement National, de Marine Le Pen en Francia, y Alternative fur Deustchland, en Alemania, sacaron resultados por encima de los esperados, sobre todo estos últimos en Alemania, haciéndose fuertes en territorios del este alemán que fue parte del eje soviético hasta la caída del Muro de Berlín. ¿Qué significa para Europa este giro a la derecha?

 Europa viene de una época en la que han predominado los partidos de izquierda en casi todas las grandes economías, salvo Alemania, donde Merkel y el CDU gobernaban con apenas oposición. Esto se debió a los duros ajuste que muchos gobiernos debieron hacer durante las últimas crisis, y el empuje ‘progresista’ de los medios y el mundo de entretenimiento, que fue calando en el votante, empujando a darle un nuevo giro a lo que la ONU llamó en su día los Objetivos del Milenio. Esto eran un brindis al sol (como cualquier acción política de la ONU, para qué nos vamos a engañar) para acabar con la pobreza para el año 2030. Este giro pasó a llamar estos puntos como Objetivos de Sostenibilidad y Desarrollo, también conocidos como la Agenda 2030, y ya no eran liderados por la ONU, sino por distintos países con gobiernos de izquierdas. Los objetivos ya no eran una cosa plana, sin ideología para intentar sumar al máximo de países posibles, esto ya era un plan que buscaba imponer medidas ideológicas a la gente, como la ideología de género, control de natalidad, apertura indiscriminada de fronteras y una de las más controversiales, la ciudad de los 15 minutos, una abominación en la que separan ciudades por barrios, en las que hay de todo, pero no puedes salir de tu barrio a menos que tengas un permiso. Un disparate de control poblacional y en contra de la libertad de movimientos que ya están implementando (en plan piloto) en algunas ciudades. Todo este giro ideológico en el ‘mainstream’ ha llevado a una reacción contraria a lo esperado.

Europa suele girar en su torno entre centroderecha y centroizquierda, es lo normal. Pero el giro que está dando Europa es identitario, volver a las raíces, y es lo que lleva a un crecimiento notorio entre los partidos conservadores o de derecha dura; así también como en los partidos de izquierda radical. La diferencia es que la juventud es la que está cambiando a los partidos de derecha, como buenos jóvenes reaccionando a lo impuesto culturalmente, y los de 30 a 50 años los que giran a partidos de izquierda. Este giro lo que interpreta es que Europa está, una vez más, en un cruce de caminos, en el que debe elegir qué quiere ser. Un continente que ha perdido el poder político que ha tenido durante siglos, y cada vez menor en lo económico, tiene que decidir qué es y qué quiere ser antes de convertirse en solo un parque para el turismo.