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Iñigo Balda | Hartazgo

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En el resto del mundo también hay una degeneración de la clase política, casi en su mayoría profesional e igual de desconectada de las realidades

Estoy cansado. Y estoy seguro de que muchos de ustedes también. Lo noto en la calle. Lo escucho en conversaciones en muchas mesas cuando me estoy tomando un café, de igual manera en restaurantes, en las filas, tanto delante o detrás cuando tomas un vuelo. Lo escuchas del taxista que se queja amargamente, o del frutero. Lo siento viendo las noticias, y leyendo periódicos. Lo siento en el ambiente en general. Vivimos hastiados de la política.

Este hartazgo de los políticos viene desde la base de que ellos viven en un mundo aparte, absolutamente desconectados de la realidad de la gente y con cero empatía por nosotros. No entienden de pagar impuestos, ya que casi en su totalidad no han pagado impuestos, solo viven de ellos. Sin entender los problemas que sus leyes pueden ocasionar al ciudadano de pie, ya que viven por encima de ellas. Sin entender de las dificultades de llegar a fin de mes, ya que el único fin que los pone nerviosos es el fin de legislatura y es allí cuando se acuerdan de quién paga sus sueldos y se ‘interesan’ por nuestras necesidades; pero solo durante dos meses, lo suficiente para asegurarse su silla otro periodo y pasarnos al olvido otra vez. La realidad es que en el mundo del político profesional, el político vive tranquilo mientras tenga su silla asegurada, y el pueblo vive harto del juego político de conveniencia, viendo como nada avanza, ninguna ley es eficaz, y cada vez nos importa menos lo que hacen, ya que asumimos que es para mal.

Y no es solo el fenómeno del Ecuador, el hartazgo es global. En el resto del mundo también hay una degeneración de la clase política, casi en su mayoría profesional e igual de desconectada de las realidades del día a día del ciudadano. Están tan desconectados que el caso de Bélgica y el de Italia, países que estuvieron un largo periodo sin presidente ni un legislativo activo, llegaron a tener una subida económica sin precedentes que, como no podía ser de otra forma, se detuvo al formar gobierno. Son dos casos aislados, pero resulta llamativo cuando menos.

Otra parte de este fenómeno de hartazgo lo vemos en el nivel de candidatos, que cada vez es menos representativo de la gente, cada vez más alejados de las realidades, que se presentan por alguna vanidad, y sobre todo, cada vez más, las personas con más valor suelen ser jóvenes con experiencia limitada y poco entendimiento de las redes de poder tejidas dentro de la administración intermedia de ministerios y otras instituciones, con gente que lleva décadas trabajando en ellos. El verdadero poder del Estado reside en ellos.

Mientras vemos cómo en Estados Unidos deben elegir entre un señor absolutamente senil contra un psicópata, en España entre dos políticos de carrera absolutamente cegados por su vanidad, en Gran Bretaña lo mismo, y así en casi todas partes.

En otras regiones vemos cómo este hartazgo se traduce en elegir candidatos vistos como de fuera del sistema. Uruguay en su día con Mujica, Italia con Meloni y Argentina quizás con Javier Milei. Todos estos personajes son ‘outsiders’ y síntoma de la decadencia de la política tradicional, ¿pero serán la solución? Solo el tiempo dirá si lo son, fueron o serán.