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Iñigo Balda | Indi y las prerrogativas gubernamentales

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La pena de muerte en teoría está abolida en gran parte del mundo, pero el incremento del debate sobre la eutanasia hace saltar un poco las alarmas

¿Hasta dónde pueden llegar los gobiernos dentro de la vida de los ciudadanos? Esta pregunta es cada vez más difícil de contestar. Toda acción de un gobierno impactará a los ciudadano de una u otra forma, ya sea en subida o bajada de impuestos, cambios de leyes; ya sea flexibilizando o endureciendo las mismas, petición de más requisitos para cualquier petición, y hasta en cosas pequeñas como el cambio del nombre de una calle. Esto se asume y para eso hemos escogido a un gobierno, aceptando que la mayoría de las decisiones que tomen serán para el mejoramiento de la vida de los ciudadanos. Esa es la teoría; obviamente en la práctica no se da siempre así, pero esa es otra historia. Sin embargo, hay un fenómeno que ha aparecido en los últimos años, en el que vemos claramente cómo muchos gobiernos están empezando a saltar por encima de sus prerrogativas, y muchas veces encima de la ley y la ética, para, de forma invasiva, intervenir directamente en la vida de los ciudadanos.

El caso de la niña de ocho meses, Indi Gregory, en el Reino Unido, me ha llenado de ira. Indi es una niña que nació con una enfermedad terminal y que tenía que estar conectada a un respirador. El gobierno británico, unilateralmente, decidió desconectarla, y la familia Gregory llevó el caso a los juzgados: la niña va a morir tarde o temprano, dejadla vivir el tiempo que le queda. La sentencia fue en contra de la familia Gregory, que veía como una de las razones de peso que alegaban la fiscalía y el hospital era que si la niña iba a morir sí o sí, mejor dejarla morir y así tendrían una cama más disponible. El gobierno británico decidió por ende sentenciar de muerte a la niña de solo ocho meses, lo que llevó al gobierno italiano a poner todos los medios, incluida la nacionalidad italiana a la pequeña, para recogerla en avión ambulancia y llevarla a tratar a Italia por el tiempo de vida que le quedase. Increíblemente, el gobierno británico decidió descartar el traslado y el generoso ofrecimiento de Italia, que no le iba a costar un dólar, que era lo que le preocupaba por mantener con vida a la niña, llevando a que poco después se desconectara a la niña, quien murió en el hospital un par de horas después. En un frío hospital. A pesar de que la familia pidió poder llevarse a su hija a morir a su casa, en su cuna, para llevar el luto familiar en privado, luego de meses de exposición pública. Ni esa última y fácil de cumplir petición tuvieron la humanidad de otorgarles.

La pena de muerte en teoría está abolida en gran parte del mundo, pero el incremento del debate sobre la eutanasia hace saltar un poco las alarmas ante decisiones como esta, en la que no priman las determinaciones de las partes, sino aspectos económicos.

El tema de la eutanasia es muy espinoso, de actualidad, y merece un largo debate y legislación. En lo que a mi concierne, de aplicarse, debería de ser una decisión del paciente y de la familia, después de una decisión, madurada y consciente. Debería, pero en un la aplicación de una ley que habla de dignidad vital vemos que países como Reino Unido y los Países Bajos la aplican como una pena de muerte, pensada a través de números presupuestarios, y restando cualquier dignidad.