Premium

Dahl y la guerra cultural

Avatar del Iñigo Balda

Esto no es nada nuevo, pero se ha intensificado últimamente, pasando del nivel de sutileza al del descaro

Vivimos bajos tiempos complicados, y bajo una nueva guerra que nos afecta a todos, si bien no somos conscientes de ello; muy parecida a la Guerra Fría del siglo pasado, pero con menos amenazas nucleares.

Esta nueva guerra es silenciosa, pero lentamente va consiguiendo sus objetivos, ya que logra que, poco a poco, centímetro a centímetro, cedamos o nos acostumbremos a cosas que normalmente no estaríamos dispuestos a ceder, cambiando así el panorama social.

Me refiero a la guerra cultural. ¿Qué quiero decir con guerra cultural? Al avance de la agenda de sectores de la izquierda por medio de la utilización de todo vehículo cultural y de entretenimiento al alcance de sus manos.

Esto no es nada nuevo, pero se ha intensificado últimamente, pasando del nivel de sutileza al del descaro.

A pesar de que una parte de esta agenda es el respeto a todas las inclinaciones de gustos y tal, hay una parte que es la que a mí me molesta sobremanera y esa es la censura, y hasta el directamente cambiar de lleno obras del pasado, sin tener en cuenta todos los contextos de esa obra.

El último capítulo que más me ha llamado la atención es que la multinacional expropiadora de la cultura que es la izquierda ha fijado en días recientes un nuevo objetivo, al cual acosar y derribar, y se trata de los libros del autor neerlandés Roald Dahl.

¿La razón de esta nueva cruzada? Dahl es muy crudo en algunos personajes de sus historias utilizando adjetivos descriptivos como feo, gordo, entre otros.

Para el que no conozca a este autor, Roald Dahl es un escritor de libros para niños, entre cuyas historias más conocidas está Charlie y la fábrica de chocolates, Las brujas y Matilda. Sus libros han activado la lectura y la creatividad de varias generaciones basándose en historias extraordinarias de niños que a lo mejor no se veían que encajaban con el resto del mundo que les rodeaba, siendo una celebración de que ser diferente no es malo, solo te hace especial, y debes de llevarlo como una medalla más que estigmatizarlo.

El recurso que utiliza Dahl para describir agresivamente a sus personajes es justamente para que se los imagine en la cabeza, y utilizando adjetivos más o menos agresivos y despectivos, sepa que se refiere a una persona buena o mala en sus historias; es hecho a posta.

Piénselo. Si le describo a una persona como gorda, baja y fea, no se las va a imagina de la misma forma que si la describo como de cuerpo ancho, no mucha altura y poco agraciada. Las palabras importan, y más si se escribe para niños, que están leyendo su primer libro largo.

Puffin UK, quién edita los libros de Dahl, ha anunciado esta semana que da marcha atrás en su intención de editar una versión ‘woke’ de los libros de Dahl, ante el aluvión de críticas de muchos autores, y hasta de la reina consorte Camilla, ya que nadie entendía cómo se podían censurar de esta manera libros sobre la aceptación del ser distinto y su celebración en general.

Estas historias son paladines en la lucha contra la discriminación y si bien en ellas no hay adjetivos generosos con los personajes antagonistas, no se quiere ser generoso con quien discriminaba.

Las palabras importan, claro que sí, pero el contexto también, y mucho.