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Tenemos que hablar de Catar

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Esto es Catar, compañero de viaje de la FIFA en este 2022, y primer rival de Ecuador en el Mundial.

Desde el minuto uno que compré mis entradas para el Mundial de Catar me enfrento a un dilema personal con mi propia ética: ¿debería de viajar a Doha, y cumplir uno de mis sueños como es ver un partido de un Mundial, o debo de ser consiente de los ideales en los que creo y vender las entradas y no ir? Este es un dilema que miles de personas se han planteado en algún momento y han tomado decisiones en consecuencia.

Comencemos por lo obvio, Catar es un emirato en la península arábiga en la que se aplica una versión leve de la ‘sharía’, que es la ley islámica aplicada como ley del país. Es con esa misma interpretación de aplicación leve que se venden, junto a los Emiratos Árabes Unidos, como la cara amable de los países árabes.

Catar es un país muy rico por la venta de combustibles fósiles, como el resto de la región. Entre toda esa riqueza, Catar se vende como un país próximo a Occidente, abierto al comercio libre y a las costumbres occidentales, pero todo esto es un espejismo que se esconde entre rasgos dictatoriales, una intolerancia galopante y una aplicación más que cuestionable de los derechos humanos mínimos ante el trabajador foráneo, que en Catar es importado como si fuese una botella de vino.

La designación de los mundiales de 2018 y 2022, por parte de la FIFA fue cuanto menos polémica al escoger a Rusia (¡que mal ha envejecido esa designación!) y a Catar. Poco a poco se está demostrando en los juzgados que estas sedes, para sorpresa de nadie, fueron influenciadas por pagos efectuados por los comités organizadores de ambas. Pero estas cosas en el mundo corrupto de la FIFA no sorprenden.

Lo que realmente me levanta ampollas y me hace cuestionar qué tipo de persona soy al haber comprado entradas es el trato denigrante y de esclavitud que Catar tiene con los trabajadores inmigrantes. Estos los “importan” desde Bangladés, Filipinas, India, Pakistán y varios países de África, para hacer todo el trabajo de construcción, y de servicio. En el sector de la construcción los tienen trabajando en unas condiciones que llamarlas pésimas sería un halago, durmiendo en búnkeres mal ventilados y sin cobrar hasta terminar. ¿Otra cosa que les dan cuando terminan? Sus documentos, ya que estos son requisados por sus jefes para que no puedan irse hasta terminar. Se calcula que durante la construcción de los estadios del Mundial han fallecido más de 6.500 obreros. ¡6.500! Una barbaridad por donde se lo mire.

Pero la crítica a Catar no termina allí, sino que se cuestiona el tema de los derechos de la mujer, si bien son más abiertos que otros países de la región, sigue dejando bastante qué desear en muchos frentes, casi sobre cualquier cosa que una mujer quiera hacer: estudiar, casarse, comprar una propiedad, votar, y un largo, etc. Este sistema discriminatorio también niega a las mujeres la posibilidad de desempeñarse como tutoras principales de sus hijos e hijas, aunque estén divorciadas y tengan la custodia legal. A lo que se le añade las restricciones de vestuario, en un país con un promedio de temperatura de entre 31 ºC y 33 ºC.

Esto es Catar, compañero de viaje de la FIFA en este 2022, y primer rival de Ecuador en el Mundial.