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‘L’affaire’ Rubiales

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No voy a defender a Rubiales, es un personaje de lo último; ahora, sí que está siendo sometido a una persecución para tapar cosas, pero víctima no es

A más de una semana de que la selección española de fútbol ganó el mundial femenino, ni siquiera 24 horas se ha podido hablar de la hazaña, ya que ha sido tapada por el beso del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, a la jugadora Jenni Hermoso. Pero no quiero hablar de si el beso está bien o mal; está mal. Yo quiero hablar del revuelo mediático que ha ocurrido después, el porqué de todo ello y cómo España se ha vuelto un circo por un acto que, desde luego está mal, pero pienso que probablemente hasta Jenni Hermoso preferiría quitar hierro al asunto y enfocarse en lo más importante, que fue la victoria de España, pero sin poder parar el tsunami.

Lo del beso en un principió pasó inadvertido por la gran mayoría hasta que en una entrevista con radio COPE, donde el periodista Juanma Castaño le pregunta sobre el beso, Rubiales, fiel a su estilo bravucón, tildo de imbéciles y “gilipollas” a cualquiera que vea algo malo en ese hermoso gesto. Cuando se emitió la entrevista, que fue grabada dos horas después del beso, la delegación española estaba de camino a Doha. Aquí estalla el revuelo con toda clase de actores políticos y sociales, diciendo de todo y esperando disculpas. Esto le llega a Rubiales que, en Doha, hace un video básicamente diciendo que si alguien necesitaba que se disculpase, pues se disculpaba. Peor manejo de la situación no era posible. En ese momento se había acabado su presidencia, su vida en el fútbol, el viernes pasado, cuando presionado para dimitir convoca a la asamblea de la RFEF y anuncia que no solo no iba a dimitir, sin que es una víctima y que todo el mundo está mal; que Jenni Hermoso miente y que se iba a llevar a todos por delante.

Yo no voy a defender a Rubiales, es un personaje de lo último; ahora, sí que está siendo sometido a una persecución para tapar cosas, pero víctima no es. Lo explico.

De los primeros en acusar a Rubiales fue el partido Podemos, que está necesitado de limpiar su nombre ante el feminismo ya que aprobó una ley que, hasta la fecha, ha dejado en libertado a más de 300 violadores y rebajado las penas de más de 1.500 de ellos, y encima la siguen defendiendo. Pero la intervención del gobierno es clave. ¿Por qué? Rubiales llegó a la RFEF con el apoyo absoluto del presidente Pedro Sánchez. Escándalo tras escándalo, Rubiales (tiene más escándalos que años en el RFEF) fue perdiendo la amistad y estalló cuando se destapó que tenía grabaciones de tratos y negociaciones con el gobierno. Sánchez, que no es tonto, ve ahora una gran oportunidad para destrozar la imagen y credibilidad de Rubiales, por si se le ocurre sacar los audios; además sacarse de encima a un “amigo incómodo”. Aparte, Sánchez está sentado negociando la continuidad de su gobierno tras perder las elecciones, con los herederos de ETA y con los fugados y perseguidos por la ley catalanes (socios muy incómodos); un escándalo para tapar todo lo que está cediendo, y puede aún ceder, le viene bien.

‘L'affaire’ Rubiales es un caso de pésima gestión comunicativa de Rubiales: pidiendo perdón en la radio hubiera quizás apagado esto. La otra moraleja es que cuando hay revuelo político detrás de algo, no asumamos que es por el bien común, sino porque siempre los políticos tienen algo que ganar.