Un abrazo en Navidad

"Lo mejor que puedo esperar, es que una vez que termine este artículo, cierre el diario, y aunque físicamente esté solo, se sienta acompañado. De mi parte, feliz Navidad"
Este es el último artículo que escribo en el año. ¿Cómo cerrarlo? ¿Cómo, si pareciera que estamos donde empezamos? No lo sé. Lo único real en este momento es que agradezco la oportunidad de escribir. Porque ustedes me están leyendo esta Navidad y eso significa que estamos juntos. No sé su realidad. No sé si este año hubo un puesto vacío en su mesa, si no pudo verse con un familiar mayor que aún no sale de su casa. No sé si este 25 no pudo dar tantos regalos como en años anteriores. No sé si este año le hizo falta un abrazo. Lo que sí tengo claro es que este año nos estamos pensando más que nunca. Porque aunque nos distanciamos, por primera vez la realidad nos hizo compartir. Su realidad es mía, y mi sufrimiento usted ya lo conoce. En estos últimos días del año, que exista espacio para la reflexión. Si pudiera quemar mi monigote, ¿qué quemaría? De mi memoria, las calles de Guayaquil en el mes de abril. No puedo, pero sí puedo desde mi metro cuadrado evitar que se repita. Quemaría la vergüenza de quienes se enriquecieron del dolor. No puedo, pero sí puedo pensar bien mi voto. Quemaría la quiebra y el cierre de los negocios pequeños y el despido intempestivo. Pero no puedo. Puedo consumir con consciencia y empatía. A pesar de todo, no quemaría todo el 2020, como muchos -en su justo derecho- querrán hacerlo. Trataría de salvar ciertos recuerdos de las llamas. Guardaré la imagen de los doctores en el hospital. Guardaré su cansancio, su entrega. Guardaré la imagen del hijo que escaló la pared del hospital hasta llegar a la ventana de su madre y acompañarla en sus últimas horas. Guardaré la imagen de la profesora que recorría las casas de sus alumnos con un pizarrón, los sonidos de los aplausos cuando nos dábamos ánimo desde la ventana. Recordaré que somos madera de guerrero. Guardaré y mantendré vivo el espíritu de la unión. Trataré de recordar la lección que este año me dejó: humildad sobre nuestro puesto en el mundo y dónde está lo importante. Lo mejor que puedo esperar, es que una vez que termine este artículo, cierre el diario, y aunque físicamente esté solo, se sienta acompañado. De mi parte, feliz Navidad.