Premium

Sobre el debate

Avatar del Irene Vélez

"Al final no importa la jugada, sino que la pelota entre al arco. Gol es gol"

¿Quién ganó el debate? Nombre y apellido: Guillermo Lasso. Punto por punto, analicemos su participación y la de su contrincante. Andrés Arauz empezó con fuerza. El primer tiempo del partido sin duda es de él. Mientras esquivaba, respondía con frases que (al parecer) se quedarían en el imaginario colectivo: “sueña tanto con Rafael que le voy a pasar su número”. Lasso se mostraba desubicado. No había entrado en calor. Respondía fuera de tiempo y parecía enfocado en llegar al público con sus mensajes (guiño al electorado “de” Hervas y Yaku) y no en desubicar a su contrincante. Hasta que aplicó una estrategia clara: (i) muchachearlo: empezó a tutearlo; (ii) a volver inequívoca la relación de Arauz con Correa: ambos candidatos saben que la posibilidad de crecimiento de Arauz es una variable dependiente de su separación de Rafael. No solo mostró su conexión, sino que los convirtió en un mismo elemento; y (iii) aproximarlo a Lenín Moreno, la papa caliente, con más del 90 % de desaprobación. Un concurso de tingo tingo tango: perdiste. Lasso, acusado de cogobierno, trata de limpiar su imagen con una sola pregunta: ¿por quién votaste tú? Pero aun utilizando esos elementos retóricos, no era categórica su victoria. Lo que lo llevó a consagrarse fue su “Andrés, no mientas otra vez”. Críticas a la frase: (i) simple. Respuesta: lo es. Pero en política gana el mensaje contundente, memorable y replicable. Visto, visto y visto; (ii) a diferencia del histórico “míreme a los ojos”, este no fue natural, sino más bien ensayado. Premeditado. Y ahí vale la pena admitir la certeza de esta afirmación. Sin embargo, los contextos en que se dieron ambos debates no son comparables. En 1984 la televisión era el medio de consumo. Ahora, lo que se vio en el debate tenía que ser replicado en Facebook, Twitter, Tik Tok, memes. Ser tendencia, lo que requiere puesta en escena. Y es por eso que Lasso gana el debate, porque posterior al evento capitalizó la discusión y anuló a su contrincante, que pudo haber tenido una mejor participación, pero esta maniobra sencilla de monopolio discursivo la pasó por alto. Al final no importa la jugada, sino que la pelota entre al arco. Gol es gol.