Irene Vélez: Primer paso
Algunos justificarán con un “son daños colaterales”. Pero, ¿qué los hace diferente a cualquier otro niño del mundo?
Quisiera desear un año de paz, pero no encuentro cómo. El 2023 es el año que la humanidad demostró que nuestra civilización es ilusoria y que la única ley que nos rige es la del más fuerte. Desde el 7 de octubre, después de la barbarie realizada por Hamás, hay más de 21.000 palestinos asesinados.
Quisiera saber algunos de sus nombres, sus profesiones, qué les gustaba, qué no. A ver si así vislumbramos que eran personas y no una cifra. Un número tan grande que nuestro cerebro no logra procesar. Un número que en el 2024 va a aumentar.
Va a aumentar porque Hamás no tiene impedimento en usar a su población como primera línea. Va aumentar porque Netanyahu afirmó que no se detendrá hasta eliminar todo Hamás. Eso es pedir licencia para matar.
No, no pedir. Solo avisar que la tiene. Y ante el respaldo sobre su derecho a defenderse y a eliminar a quienes juran su destrucción como nación, no entiendo cómo aceptar en esta ‘lógica’ los 8.000 niños. Los niños que hoy descansan debajo de ruinas. Algunos justificarán con un “son daños colaterales”. Pero, ¿qué los hace diferente a cualquier otro niño del mundo? ¿Por qué no tienen derecho a vivir? ¿Sienten menos? ¿Se asustan menos? ¿Corre sangre diferente por su cuerpo? No sé hasta dónde llegarán las pretensiones de Israel.
Veo dos opciones: la primera, hacer de Gaza un lugar tan hostil para vivir, que exista un éxodo palestino a los países vecinos (¿quién va a acogerlos?) o la segunda, ser tan brutales en su ataque que no haya opción a una reacción palestina. Desconozco sus pretensiones. Lo que sé es que va a cumplirlas. Porque no hay quién se lo impida. En Naciones Unidas cuenta con el veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad.
A quienes llegaron hasta aquí, debo advertir que este escrito carece de utilidad. Lo dije al principio, estamos ante la ley del más fuerte. Su única finalidad es sencilla: no perder la humanidad. Escribir del sufrimiento es como andar en bicicleta en círculos. No vamos a ninguna parte, pero si dejamos de pedalear, nos caemos. Caemos en el abismo de que nada nos importe, más que nosotros mismos. No ‘deseo’ un año de paz. Sino que en el 2024 trabajemos en nuestra empatía. El primer paso para la paz.