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Clásico del Astillero

Avatar del Iván Baquerizo

"No deja de sorprender que muchas personas están de acuerdo en posturas de esa naturaleza. Personas que prefieren que sus libertades personales y familiares las determinen terceros"

Libertad para elegir o “Free to choose” fue una serie de televisión de los ochenta en el canal estadounidense PBS, protagonizada por los economistas Milton y Rose Friedman, que luego derivaría en un libro con el mismo nombre. En aquella serie televisiva, los Friedman pasaban revista a la abundante evidencia histórica que demuestra de manera contundente la correlación entre libertad de elegir y prosperidad económica o, a ‘contrario sensu’, la correlación entre sociedades centralmente planificadas y miseria económica.

Hace pocos días el gobierno central anunciaba el plan “Yo me cuido”, que aparentemente daría por terminado el estado de excepción este 12 de septiembre venidero. Parecía que finalmente terminaba la pesadilla regulatoria que hemos vivido en estos últimos seis meses, sin embargo, poco después del anuncio oficial, la alcaldesa de Guayaquil Cynthia Viteri anunciaba que Guayaquil seguiría en semáforo amarillo, con estado de excepción o sin él.

Más allá de lo ilegal e ilegítima de una declaración en ese tenor pues terminado el estado de excepción se restablecen los derechos constitucionales a la libre circulación y asociación, no deja de sorprender que muchas personas están de acuerdo en posturas de esa naturaleza. Personas que prefieren que sus libertades personales y familiares las determinen terceros que por muy bien intencionados que sean, son ajenos a nuestra propia realidad. Como libertario respeto como el que más ese criterio y el derecho de arrebañarse atrás de liderazgos colectivistas, pero exijo reciprocidad para los que preferimos libertad de elegir.

Lamentablemente, como decía Friedman, uno de los grandes errores que cometemos las personas es juzgar los programas por sus intenciones más que por sus resultados, y como creo que nadie podrá decidir mejor que mi familia acerca de nuestro destino quisiera proponer algo: dejemos a los amarillos -por identificar de alguna manera a aquellos que creen en la regulación colectivista- a que sigan a pie juntillas para su tranquilidad todas las regulaciones que emitan los COE. Pero también dejemos a los azules -por clasificarlos de alguna manera a los que no creemos en actitudes tribales- a vivir como creamos conveniente y nos plazca, aunque aquello signifique -según estándares amarillos- a vivir una vida con riesgos, pero por decisión mía y no por decisión de un tercero.

Así cada uno podrá declararse orgullosamente amarillo o azul, renunciando a colectivismos atrasa pueblos y aboliendo juntos, como primera medida, a la abominable Gestapo criolla. Acordaremos que no somos iguales ni que tenemos que actuar de manera igual, porque como bien decía Friedman, que por cierto era azul: “Una fuente mayor de objeciones a la economía libre es precisamente que da a la gente lo que quiere, en vez de lo que un grupo particular piensa que debería querer. Subyacente a la mayoría de los argumentos contra el mercado libre existe una falta de fe en la libertad misma (...). En cualquier sistema que deposita tanto poder al arbitrio de unos pocos hombres y cuyos errores, disculpables o no, pueden tener efectos tan profundos, es un sistema malo. Es un mal sistema para los que creen en la libertad”.

¡Hasta la próxima!