Ich bin ein Berliner
"En pocos años, la otrora Alemania comunista se desarrollaría al mismo nivel de la Alemania libre, quedando en evidencia que la pobreza no es un problema de personas, ni de capitalismo explotador, ni de pelucones, sino de un socialismo supuestamente solidario, pero realmente perverso"
El discurso que pronunciaría el expresidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy un 26 de junio de 1963 en la entonces Berlín Occidental, conocido por la célebre cita en alemán “Ich bin ein Berliner” o “Yo soy un berlinés”, resultaría una de las arengas más relevantes por la libertad y contra el totalitarismo comunista. Haciendo uso de su extraordinaria capacidad para comunicar, Kennedy lograría hilvanar un sublime discurso usando referencias en alemán y en latín que lo conectarían inmediatamente con su audiencia. Declarándose un berlinés más, invitaría a los defensores del socialismo a que visiten la ciudad para que pudieran observar en carne propia su absoluto fracaso.
En su discurso, JFK argumentaría que si bien hace dos mil años la proclama romana más representativa de la libertad era la frase en latín “Civis Romanus sum” o “Soy ciudadano romano”, en 1963 la proclama más distintiva por la libertad era decir “Ich bin ein Berliner”. Por tres ocasiones, JFK reiteraría a aquellos que no comprendían la diferencia entre el mundo libre y el comunista, a aquellos que pensaban que el comunismo era la ola del futuro y a aquellos que consideraban que se podía trabajar con los comunistas: “Lasst sie nacht Berlin kommen” o “Dejad que vengan a Berlín”.
Si bien han transcurrido cincuenta y ocho años desde el discurso de Kennedy, seguimos escuchando los mismos argumentos trasnochados por parte de los defensores del socialismo cleptómano. A pesar de los nefastos resultados a la vista, valiera la pena recoger la recomendación de JFK y visitar Berlín. Tras la caída del muro en 1989, Berlín y las dos Alemanias se reunificarían inmediatamente. En pocos años, la otrora Alemania comunista se desarrollaría al mismo nivel de la Alemania libre, quedando en evidencia que la pobreza no es un problema de personas, ni de capitalismo explotador, ni de pelucones, sino de un socialismo supuestamente solidario, pero realmente perverso. Una vez más se demostraría que el único camino para escapar del subdesarrollo es encender el motor del emprendimiento individual y libre.
Sin embargo, yo insistiría como Kennedy en invitar a aquellos que aún creen que el socialismo es la ola del futuro que antes visiten Cuba. Les recomendaría a aquellos que aún creen que se puede trabajar con los comunistas que antes vayan a Venezuela. Porque ante el permanente embate del socialismo usurpador, aspiro a que pronto nosotros también digamos con orgullo: soy ecuatoriano y soy libre, como lo proclamaría de manera magistral JFK en Berlín: “La libertad es indivisible, y cuando un hombre es esclavizado, nadie es libre. Cuando todos los hombres sean libres, podremos esperar el día en que esta ciudad, este país y este gran continente europeo, se unan en un solo mundo, pacífico y esperanzador. Cuando llegue finalmente ese día, como lo hará eventualmente, la gente de Berlín Occidental podrá tener la sana satisfacción del hecho de haber estado en la primera línea durante casi dos décadas. Todos los hombres libres, vivan donde vivan, son ciudadanos de Berlín. Y, por lo tanto, como hombre libre que soy, me siento orgulloso de las palabras “Ich bin ein Berliner”.
¡Hasta la próxima!