Reflexiones entre aviones y ‘jet lag’

"Las autoridades, según Buchanan, tienen el incentivo a actuar generalmente en beneficio personal, político, o de grupos de presión, y no necesariamente en beneficio de sus constituyentes"
Estos últimos 10 días tuve la oportunidad de estar, por compromisos familiares y de trabajo, en los Estados Unidos y España. En este primer viaje fuera del Ecuador en tiempos de COVID-19 me resultó triste notar a las usualmente vibrantes y energéticas Miami o Madrid, con un aspecto lúgubre y taciturno ahora. Y así, durante un viaje atípico, atravesando aeropuertos semivacíos y con los perversos ‘jet lags’ producto de largas travesías trasatlánticas, me preguntaba: ¿cómo es posible que el mundo tal como lo conocíamos se haya deteriorado así de rápida e inexorablemente? ¿Cómo pudimos haber destruido tanto valor, tanto empleo y tanto esfuerzo de millones de personas? ¿Cómo pudimos habernos autoinfligido tanto daño y dolor como sociedad?
Acudí una vez más al pensamiento del premio nobel estadounidense James McGill Buchanan y a su teoría del “public choice” o de la elección pública. Aquella teoría advierte de la abundante evidencia histórica que sustenta el recurrente efecto perjudicial de muchas políticas públicas que afectan negativamente a los ciudadanos. Las autoridades, según Buchanan, tienen el incentivo a actuar generalmente en beneficio personal, político, o de grupos de presión, y no necesariamente en beneficio de sus constituyentes. Por eso, como lo comentábamos en esta columna, Buchanan planteaba un candado constitucional y legal que limite, dentro de lo posible, los efectos perniciosos de impuestos y regulaciones estatales.
Es tan evidente en sí mismo lo que sostiene Buchanan, que acá en el Ecuador nos han restringido, a guisa de “cuidar” nuestra salud, por 6 meses nuestros más elementales derechos a la libertad, al trabajo, a movilizarnos o a asociarnos libremente. Tan grave es el asunto que, ante la virtual imposibilidad constitucional de seguir alargando el estado de excepción, el Leviatán criollo pretende ilegítimamente continuar restringiendo nuestras libertades individuales y nuestros derechos naturales a través de subterfugios legales. Una vez más, el nefasto colectivismo, tan profundamente impreso en el ADN del Leviatán, quiere imponer su voluntad sobre la nuestra. Hace apenas dos días, la vida le dio una lección a aquellos que nos prohibían olvidar y que hoy más que nunca sería bueno recordársela a la Gestapo criolla: el poder es efímero.
Siendo las 10 p. m. hora de Ecuador que se sienten como las 5:00 a.m. hora de Madrid y algo aturdido aún por el desfase horario, se me vienen a la mente las palabras de James McGill Buchanan que sintetizan prístinamente la pesadilla kafkiana que vivimos: “Se hace fácil entender el que la colectividad deba cumplir su función de proteger a las personas y a la propiedad de actos ‘ilícitos’ llevados a cabo por terceras personas. Sin embargo, se hace más difícil pensar en los medios que las personas pueden hacer valer para proteger sus derechos contra los actos “ilegales” hechos en nombre de la propia colectividad. ¿Cómo se puede encadenar al Leviatán? Este problema ha preocupado a filósofos políticos de todas las épocas, pero no se ha avanzado en una respuesta realmente satisfactoria, ya sea como un ideal a ser abordado o como un programa práctico a ser experimentado”.
¡Hasta la próxima!