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La acción humana

Avatar del Iván Baquerizo

"Los resultados sanitarios y económicos son inconcusamente superiores en la Suecia y Uruguay libres que en la España y el Ecuador colectivistas. ¿Coincidencia?"

Ludwig von Mises fue un economista liberal y uno de los más destacados representantes de lo que hoy se conoce como la Escuela Austriaca de Economía, que se caracteriza por la defensa de la libertad individual y del libre mercado. En su ‘opus magnum’ La acción humana, Mises elabora de manera espléndida acerca de la permanente iniciativa de los hombres para visualizar, actuar y tratar de mejorar su situación actual. En ese proceso, el hombre está permanentemente decidiendo entre alternativas, pues no se puede disfrutar de dos condiciones de manera simultánea; por lo que debe, en una especie de intercambio personal, optar por ciertas alternativas teniendo que ceder en otras. Así, por ejemplo, debe decidir entre la seguridad del cheque mensual de empleado versus la renuncia a este para poder emprender. Es que como diría Hamlet: acá se trata de ser o no ser, y esa es la pregunta.

Luego de 79 días de encierro, equivalentes a dos cuarentenas, seguimos atrapados en la hoguera de las vanidades políticas y su inagotable manía de querer organizar nuestras vidas. Sufrimos un entramado de semáforos y regulaciones que se entrecruzan entre sí, generando un ‘battle royal’ politiquero. Hemos engendrado un Frankenstein regulatorio que asfixia más que el COVID-19.

No se puede estar bien con Dios y con el diablo. Como diría Mises, optar es intrínseco de la naturaleza humana y va labrando nuestros destinos para bien o para mal. El problema comienza cuando el Leviatán pretende pensar y decidir por nosotros, como en Ecuador o España. Sometidos a confinamiento obligatorio, los individuos son reducidos a actuar de manera tribal y conforme al dictamen universal de la Gestapo criolla. La suerte de millones de vidas subordinada a las decisiones de mentecatos con iniciativa. Una manera injusta e ilegítima de destruir el esfuerzo de generaciones.

A ‘contrario sensu’, en Suecia y Uruguay se confía en la libre y responsable acción humana, procediendo de manera racional y asumiendo riesgos calculados, pero siempre con el fin inclaudicable de mejorar su situación. El destino del trabajo de toda una vida en sus propias manos y no en las del Estado.

A manera de crónica de una muerte anunciada, como diría Gabo, los resultados sanitarios y económicos son inconcusamente superiores en la Suecia y Uruguay libres que en la España y el Ecuador colectivistas. ¿Coincidencia? No lo creo, pues no hay nada más destructivo que la humillante servidumbre de espíritu, como lo advertiría Mises 70 años atrás: “Que nadie pretenda eludir su responsabilidad. Quien en esta materia renuncia a analizar, a estudiar y a decidir no hace sino humillarse intelectualmente ante una supuesta élite de superhombres que pretenden erigirse en árbitros supremos. Quienes ponen su confianza ciega en autodesignados ‘expertos; quienes, sin reflexión, aceptan los mitos y prejuicios más vulgares, tratándose de cuestiones que tan vitalmente les afectan, están abjurando de su libertad y sometiéndose al dominio de otros. Para el hombre consciente, nada puede tener en la actualidad mayor importancia que el tema económico. Pues está en juego su propio destino y el de su descendencia”.

¡Hasta la próxima!