Jaime Rumbea: Calendario

Este nuevo ‘año’ tiene de novedoso y de portador de oportunidades, lo mismo que cualquier año
La medianoche del 31 de diciembre marcó, según nuestro calendario gregoriano, el fin de un año y el comienzo de otro. Pero, ¿no son estas cosas tan arbitrarias como la elección del trago con el que celebramos? La naturaleza no conoce de un 31 de diciembre ni de un primero de enero. El calendario es nuestro acuerdo humano, bueno o malo, como una ley pero a la que sí le hacemos caso; un marco inventado para servir algunos fines materiales y dar orden al caos.
Cuentan que cuando se adoptó el calendario gregoriano, en 1582, 10 días desaparecieron de golpe para ajustar los desfases del calendario juliano; la gente en Italia y España entró en pánico, convencida de que esos días les habían sido robados de la vida misma. ¡Si que son viejos la incertidumbre y el reclamo político! Más cerca de nuestra época, en 1972, Samoa decidió cambiar de huso horario y, para hacerlo, literalmente borró un día entero: el 30 de diciembre simplemente no existió. No hubo más, detrás de aquello, que motivos económicos.
Estas anécdotas muestran lo arbitrario de nuestras fechas y marcos temporales. El tiempo no se detiene, no se reinicia, no comienza ni termina. El calendario es solo una herramienta que usamos para medirlo. Lo importante no es el día del calendario, sino lo que hacemos con él.
Podemos preguntarnos cuál es el verdadero calendario para el presidente Noboa: si es el gregoriano, el de sus metas electorales, el de la posible y difícil lucha contra las plagas que nos asechan, el de la familia que tiene, o con más dificultad, todos a la vez.
Así que, aunque festejar el Año Nuevo sea una tradición emocionante y un buen pretexto para reflexionar y para festejar, nada es distinto hoy que hace unos días si de hacer las cosas bien se trata. Hoy tiene la misma importancia que un sábado cualquiera, o que un lunes para la mayor parte de los fines.
Por eso, este nuevo ‘año’ tiene de novedoso y de portador de oportunidades, lo mismo que cualquier año. Imagine entonces, cuál es su calendario ideal, el de sus personas y el de sus cosas, el de sus anhelos y el de sus obligaciones. Ese es, en cada momento y ante cada situación, el que cuenta.