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Jaime Rumbea: De dietas

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Así como nos preocupamos por cosas como el cáncer o de la dieta alimenticia, también tiene sentido pensar en la dieta informativa

Caigo en un sitio de noticias que cuenta: “Cada vez es más importante mantener una dieta informativa sana, sin noticias procesadas por las multinacionales y libre de medias verdades. Si quieres alimentar tu lado crítico y que tu ciudad llegue más lejos que nunca, este es tu medio”. La cita que tomo de un pequeño periódico local español es activista, un poco antisistema, pintada de civismo, con matizada pero innegable razón.

La metáfora de la dieta para referirse al régimen de noticias que, conscientemente o no, consumimos todos, me abrió los ojos.

Podemos ser conscientes o ignorar la información que consumimos, tanto como la comida que nos metemos a la boca. El paralelismo es tan pertinente que asocia lo que los médicos llaman hoy en día dos cerebros: el que tenemos en la cabeza y el que ahora dicen que afecta también nuestros pensamientos -el estómago-.

Por estos días Estado Unidos financia el estudio más grande sobre dieta jamás realizado, para entender -ojalá- qué es lo qué realmente hay que comer.

Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina, decía Hipócrates hace más de dos mil años, pero seguimos dudando si el camino lleva más cereales, cerdo, vegetales, pollo o pescado.

Hoy más que nunca, con tanto ruido, con una dieta informativa distorsionada por miles de seudoexpertos en redes, nadie tiene claro lo que debe meterse a la boca. Las conclusiones indicarían que para cada persona la dieta precisa es distinta.

¿Se acabaría aquello de que hay que comer de todo? ¿Funcionan igual las cosas para el cerebro de la cabeza?

Sabemos por la crisis internacional que enfrentan Meta o Tik Tok que la dieta informativa puede ser un tema polémico: cuando escogemos un solo medio, cuando seleccionamos las cuentas que nos interesan, o cuando delegamos a un algoritmo con intereses económicos detrás para darle forma a nuestra dieta informativa, también nos intoxicamos.

Nos creamos un silo que nos aísla y excluye y aleja de la salud social.

Falta el estudio más grande sobre la dieta informativa.