Jaime Rumbea: Elon Musk y el Estado
Me aprovecho de la relevancia del individuo y del asunto para hablar nuevamente de simplificación
Con motivo del reciente nombramiento de Elon Musk en una responsabilidad pública, la de simplificar el adiposo Estado norteamericano, supongo que podremos usar el interés y conversación que genera el magnate para traer a discusión la necesaria reforma del Estado para simplificar sus pretensiones y sus procesos.
Hablar de simplificación de trámites en el Gobierno es casi un cliché. Todo gobierno promete reducir las filas, eliminar las idas y venidas innecesarias, y acercar al ciudadano a la administración pública. Pero la realidad es que, para fines prácticos, nada pasa: incluso cuando se legisla bien, todo queda en letra muerta. Me apoyo en ChatGPT para enlistar 5 desafíos clave a los que dedicaré mis próximas columnas.
1. Fragmentación institucional: muchos trámites involucran a múltiples instituciones que no se comunican entre sí. La falta de interoperabilidad -que ahora el mundo digital permite- es uno de los mayores enemigos de la simplificación.
2. Resistencia cultural al cambio: tanto funcionarios como ciudadanos están habituados a sistemas ineficientes. En la burocracia persiste la mentalidad de “esto siempre se ha hecho así”, y los usuarios, pueden hasta desconfiar de nuevos procesos.
3. Obsolescencia: muchos trámites se basan en leyes arcaicas que requieren requisitos innecesarios. Sin reformas profundas, cualquier cambio es solo cosmético.
4. Déficit tecnológico: aunque se hable mucho de digitalización, muchas instituciones no cuentan con la infraestructura tecnológica adecuada ni con personal capacitado.
5. Falta de enfoque ciudadano: la simplificación se suele diseñar desde la perspectiva del burócrata, no del usuario. Resolver estos desafíos exige coordinación interinstitucional, inversión en tecnología, y, sobre todo, un cambio de mentalidad.
La simplificación no es solo un asunto técnico, es un acto de respeto hacia los ciudadanos. Al final, la burocracia existe para servir a la sociedad, no para que la sociedad se someta a ella. Al final, se necesita de verdad decisión y voluntad, más que ninguna explicación tecnocrática.