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Jaime Rumbea: Hebe

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Hebe representaba a la juventud, podía rejuvenecer ancianos y envejecer a los niños; no sé qué necesita el Estado, pero un cambio, sin duda

Para quien observa la evolución del debate público, en las últimas dos semanas ha aflorado en medios y espacios de opinión la idea de que el nuevo gobierno tiene que aprender de la cosa pública: derecho público, derecho administrativo, gestión pública, etc. Incluso de que los ministros jóvenes y primerizos de la política son un pasivo político para el presidente.

El asunto es que nuestra opinión pública moderna es todo menos ordenada y consistente. Es tan volátil y caótica que la expectativa que proyectamos a los gobiernos es casi incomprensible. Y esto no es un problema exclusivo de nuestro pueblo chico infierno grande, es un desafío global.

Por un lado, a los gobiernos modernos se les critica la complejidad burocrática, la corrupción de procesos, la carísima tarifa que cobran por su monopólica y opaca gestión pública; se les pide en fin, implícitamente, desarticular y modernizar la institucionalidad democrática que a lo largo de varios siglos se ha venido anquilosando. Aquellas son las formas en las que se expresa el desarraigo de la población con el Estado moderno y sus ineficiencias.

En el otro extremo, y en simultáneo, es esa misma “opinión pública” (si aquel sujeto existe, a dudar de Bourdieu) la que pide más servicios, más bonos, más protección social, más transferencias económicas; la que le pide al gobierno más presencia en las calles luchando contra una delincuencia organizada que poco o nada se distingue de un estado paralelo que parece, paradójicamente, ofrecerle más rápidas y efectivas propuestas a la juventud.

Como lo he comentado antes, escribir columnas de opinión es lo más chancho que puede haber: uno critica, uno observa, uno dice, uno cuenta, cuando lo que debería estar haciendo es autocrítica: si los que ya pasamos una o dos décadas en el ruedo no hemos propuesto nada nuevo, nada mejor, no hemos podido implosionar el sistema y optimizarlo, o cuando hemos tratado hemos arado en el mar, que los más jóvenes tengan una oportunidad.

A ver, a ver, presidente, lidere esa juventud.