Jaime Antonio Rumbea: El inmueble
Si todo saliese mal, como a veces parece que es el caso, la gente quiere tener su inmueble para regresar
Hace unos años, en una de sus reformas económicas, el gobierno anterior propuso y logró aprobar que cuando los ecuatorianos vendan sus inmuebles, en caso de generar una ganancia, paguen impuesto a la renta sobre esa ganancia.
En economías como la nuestra, cuando los hogares pueden empezar a capitalizar su ingreso del trabajo, esto es, separar unos dólares como reservas de emergencia o para que les quede algo a sus hijos, lo hacen pagando la letra de un inmueble. Para unos es la casa, para otros el local, para otros el lote. Según el INEC, mientras el 63 % de los hogares tienen algún tipo de inmueble, menos del 1 % de los hogares logran ahorrar o invertir en pólizas, acciones u otro papel. En otras palabras, el patrimonio de los ecuatorianos está en sus inmuebles.
Esa es la razón que explica por qué la Ley de Plusvalía del entonces presidente Correa fue repelida con furia por el voto popular. Haberse metido con el único patrimonio de la gente es, desde la época de las cavernas, meterse con la gente. Por eso mismo en la mayoría de países del mundo se respeta la ganancia que hacen las personas naturales y jurídicas cuyo negocio no es el inmobiliario cuando venden sus inmuebles.
La reforma legal que relato recayó en ese entonces en la Comisión que lideraba en calidad de legislador ni más ni menos que el ahora presidente Daniel Noboa. Por esas épocas el comisionado Noboa eliminó, con apoyo de toda la Legislatura, la afrenta. Lamentablemente, por las cosas de la política, el proyecto mejorado por los asambleístas nunca vio la luz porque fue su versión original la que entró en vigencia por el llamado ministerio de la ley.
Enhorabuena este día jueves la Asamblea corrigió esto. En la Comisión presidida por Valentina Centeno, del partido de gobierno, los legisladores de las distintas bancadas votaron a favor del proyecto y en el pleno, con 116 de 137 votos, le devolvieron a los ecuatorianos el valor de su sudor y su esfuerzo, el valor de la letra pagada durante décadas. Ya va siendo tiempo de que los políticos aprendan a no meterse con el principal activo del ecuatoriano: el inmueble.