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Jaime Antonio Rumbea | Mi iris

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Por 20 dolaritos corre mucha gente a entregarle sus datos biométricos a Worldcoin

Por todas partes hemos visto esta semana opiniones sobre Worldcoin y su estrategia de capturar los datos biométricos de la gente entregándoles unos tokens. Hay ocho ubicaciones entre Guayaquil y Quito donde puede ir cualquiera, luego de bajarse la ‘app’, para que le escaneen el iris y a cambio le depositen unos tokens en esa ‘app’. Todos corren a cambiar los tokens por los 20 dolaritos que unos recompradores les dan.

 Se escucha las infracciones que Worldcoin habría cometido en otros países sobre protección de datos personales. Pero si paga 20 dolaritos a cada incauto, en economías de escasez, pronto valdrá tanto Worldcoin que, en los casos en que sus usuarios no hayan consentido, pagará arreglos billonarios sin chistar. Meta pagó en Texas esta semana la bicoca de 1,4 billones de dólares, también por un arreglo judicial sobre datos personales.

 Además de la data biométrica de medio mundo, la ventaja de Worldcoin está en su infraestructura web3. Para los lectores que aún no saben que es web3, vayan enterándose: es la tercera generación de la web, que corre sobre blockchains. El hecho de que uno de los fundadores de Worldcoin es Sam Altman, también fundador y gerente de Open AI, la organización detrás de ChatGPT, es una validación de web3 para los escépticos.

 Cuando alguien baja World App en su celular está instalando una billetera web3; cuando asocia su iris con esa billetera en un punto de escaneo, produce un mecanismo de autentificación único y seguro para hacer ‘login’ y firmar transacciones online. El incentivo va directamente a la billetera, en forma de tokens crypto, por lo que para recibir sus 20 dolaritos se deben transferir: se perfecciona así una primera transacción en web3.

No hay que tener mucho caballaje intelectual para imaginar lo que significa para Worldcoin sembrar en los celulares de billones de personas una aplicación que tiene capacidades bancarias (recibir y entregar valor), capacidades legales (de aceptación de transacciones y firma electrónica), basadas en una verificación de identidad tan difícil de repudiar como el iris personal. Lo mejor está por venir.