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Jaime Antonio Rumbea | Miami

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Algo hizo bien Miami

“Así viene el sangüich”, le dice Tony Montana a su pana Manny Ribera en un diálogo de Scarface (Cara cortada, como se la conoció en español), película estadounidense ambientada en el Miami de 1980.

Por esa misma época, en 1981, Miami experimentaba una tasa de homicidios y muertes violentas de 171 por cada 100.000 habitantes.

Según los recuentos, aquel fue el año más crítico de la violencia por narcotráfico en esa ciudad.

El contexto es útil: Guayaquil y algunas de las otras ciudades de la metrópoli, como Durán, coquetean a veces por estas épocas con un número parecido, aunque no llegan a alcanzarlo.

Siempre he encontrado risible que los guayacos hablamos de Miami como si fuera alguna suerte de inspiración, mientras los quiteños suelen sentir mayor admiración e identificación con Madrid.

Pues bueno, si hay algo que podamos admirar los guayacos de Miami que sea su paso de aquellas cifras de violencia de los años ochenta del siglo pasado a su situación actual.

Basta caminar por las calles de Miami o salir en la noche para saber que la droga y cierta buena cantidad de subcultura delincuencial no han desaparecido; pero Miami tiene hoy una economía suficientemente pujante, distinta al narcotráfico, que permite a sus habitantes encontrar bienestar y desarrollo económico formal.

Tanto es así, que atrae inversión y nuevos habitantes todos los días.

¿Cómo logró Miami hacer esta transición?

¿Qué elementos de aquello pueden servir como inspiración para Guayaquil, más allá de las palmeras, de la cultura comercial suntuaria y de las tipologías residenciales?

Pocas apuestas son las que pagan con múltiplos virtualmente infinitos en la vida de los pueblos.

La de Miami funcionó, convirtiendo un problema con todas sus aristas en una nueva realidad.

No sé si alguien estudia estas cosas en más detalle.