Jardín cercado

Podemos entender las diferencias y las similitudes entre el mundo de ayer y el mundo del futuro, para no cometer errores que le salen caros a nuestra gente y nuestra economía
Se traban y se confunden, y se encasquillan con esto de que unos certifican para la era de Gútemberg y otros certifican para la era de Zuckerberg.
Como eran a la época de Gútemberg los reconocimientos notariales de firma, a la era de Zuckerberg le corresponde el certificado de firma electrónica.
Pero la Ley de Comercio Electrónico, Firmas Electrónicas y Mensajes de Datos usa el plural para referirse a firmas: porque existen distintos tipos de firma. La aceptación de términos en la página del IESS, el movimiento de dedo para pedir un Uber, el registro biométrico que hace el banco para una transferencia, son todas firmas electrónicas. Hasta el consentimiento expresado en un correo, si la tecnología es segura, se entiende como firma electrónica según el Código de Comercio.
La validez y seguridad de las firmas electrónicas no está en el garabato, sino en la suma de acción, dirección IP, geolocalización, patrón de navegación, IMEI, entre otras múltiples pruebas que la tecnología recoge.
En el mundo físico está el garabato que recogen en gasolineras, sobre un voucher, para llegar tan lejos como respaldar titularización de flujos en el mercado de valores. Está la firma “como en la cédula”, en el pagaré, cheque o contrato. Finalmente está la firma reconocida por notario, justificada para unas cuantas diligencias muy particulares.
Hay entonces en el mundo firmas certificadas y firmas no certificadas.
La confusión que prima es que firmar electrónicamente es necesariamente firmar con un certificado que hay que ir a comprar y que es ineficiente de usar, cuando la tecnología ofrece más opciones. Así como para ciertas cosas es necesario ir al notario, solo para ciertas cosas debería ser exigible firmar con un certificado electrónico.
Si permitimos que nuestra economía sea el jardín cercado de ciertas tecnologías, donde el Estado dice qué es una firma válida, en nuestras transacciones electrónicas violamos el principio de neutralidad tecnológica contenido en la ley, pero además nos encerramos más en nuestra minúscula economía.
La Ley de Inversiones que conversan Ejecutivo y Legislativo es una oportunidad para zanjar esto.