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Jaime Rumbea: Mejor sin Estado

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Para ciertas cosas es mejor, seguramente, no tener de respaldo a ningún Estado

De todos los foros de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad es el más poderoso: es el que puede tomar decisiones vinculantes para mantener la paz y la seguridad mundial, incluyendo movilización militar. Y Ecuador tiene un puesto temporal en el Consejo.

El delegado ecuatoriano votó esta semana junto a 11 de los 15 países para exigir pausas humanitarias en la ofensiva israelita. Pero el voto no prosperó porque Estados Unidos usó su poder de veto para bloquearlo (los 5 miembros permanentes del Consejo tienen poder de veto). Abundaría discutir las limitaciones de legitimidad que impone a sus decisiones que el Consejo no camine con 12 de 15 votos para hacer respetar el derecho internacional humanitario; aquel existe independientemente del tamaño de las afrentas, guerras, o del sentido de una venganza. Menos sentido hace recordar las declaraciones del mismo Biden, acusando a Putin de genocida, citando el derecho internacional humanitario al inicio de la invasión de Ucrania.

Aquí regreso sobre uno de mis temas de siempre: la crisis total y absoluta del Estado-nación y de las arquitecturas institucionales que se basan en ese artefacto político. La guerra de Palestina es solo otro ejemplo. No le ha hecho falta a Hamás tener un Estado con una constitución y leyes escritas, ni separación de poderes, para prender en llamas el sistema internacional, compuesto, valga la redundancia, por naciones. La inexistencia de un verdadero Estado palestino ha facilitado esto. Tampoco las células de islamismo radical alrededor del mundo requieren de un Estado para coordinarse y afectar el modo de vida de billones de personas, poniendo de rodillas gobiernos y otras instituciones formales.

Nadie en su sano juicio piensa, creo, que la yihad sería más contundente con un Estado-nación formalmente detrás. Lo que nos regresa a nuestro pueblo chico infierno grande: la desazón y el desarraigo con el gobierno crece por su incapacidad para resolverle problemas a la gente. Es justo el terreno fértil donde rondan y pueden proliferar los movimientos políticos mafiosos, las redes de narcotráfico, los extremismos políticos.