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Jaime Rumbea: Monopolio

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Tres doritos y ya estamos en el siglo XXI, que se parece más al período romano que al republicano

Se nos olvida que nuestra generalizada expectativa de que el Estado resuelva nuestros problemas de seguridad, como su esencia funcional, no es sino una expectativa caricaturesca proveniente del limitado período que hemos resuelto últimamente considerar nuestra historia política occidental.

Sería abusivo proyectar sobre la Roma del V siglo la idea del “monopolio público de la violencia” que consideramos, al menos desde Max Weber, el atributo definitorio del Estado, dice Robert Jacob en su monumental obra. Y es que para nosotros, como para Weber, la única definición de Estado es la que proviene de las revoluciones europeas y americanas del siglo XVIII, bastante más joven que la imprenta.

 En Roma no esperaban del poder público la solución de todos los problemas, por lo que no le atribuían a su gobierno el monopolio de la fuerza; tampoco tenía el rey feudal el monopolio absoluto de la fuerza, pues sus señores mantenían amplio margen de maniobra para ejercer violencia y administrar derechos y deberes.

Cuando los romanos hablaban del imperio, originalmente, se referían a la reglas y la violencia de las fronteras de Roma hacia afuera, aquello que llamaríamos hoy en día militar y que, a no dudarlo, convivía con otros múltiples tipos de violencia hacia dentro de las fronteras romanas; recordemos el derecho a la vida de sus hijos que tenía -limitado por ciertas normas residuales- el padre romano, tan brutal como el derecho al homicidio por honor o porque un vecino movía los hitos de su lote. Claro que los magistrados romanos tenían autoridad para ejercer violencia dentro del territorio romano, pero aquella convivía con la que podían ejercer con sus manos los ciudadanos.

Ha sido la evolución posterior y gradual de las formas de gobierno la que conllevó a ese supuesto monopolio en el que queremos asentar nuestras expectativas hoy en día.

Tres doritos y nos encontramos en el siglo XXI. El Estado ecuatoriano no tiene el monopolio de la violencia. Sobre la seguridad interna, que fue en los orígenes determinante, no hay monopolio alguno, campean las empresas informales.

Haríamos bien en no esperar tanto del Gobierno y del Estado. No reclamar tanto de ellos. Somos sociedades en que vamos buscando el salvador de turno, el padrino de turno. Y vamos fiasco tras fiasco. En vez de aprender a resolver, como lo hacen otros, nuestros propios problemas.