Chocó vs. Yasuní

No es un tema menor que mañana cualquiera pueda decidir por cualquiera en una democracia
Las consultas del Yasuní y del Chocó Andino bien podrían ser un chiste.
Así como en el Yasuní reniegan de que el resto del país haya decidido que ellos no puedan beneficiarse de sus recursos naturales, a la inversa, el resto del país podría exigir la explotación minera en el Chocó o renegar del voto en Pichincha.
Podemos aplicar el mismo razonamiento a otros votos que conforman la ciudadanía: existen muchos posibles debates sobre por qué los emigrantes, con su voto, o los presos, con el propio, siguen decidiendo sobre el futuro de los que circulamos en el territorio nacional.
Cuando excluimos del voto a los niños, por ejemplo, sus derechos y deberes son asumidos por la persona de sus padres; cuando le damos a los vecinos del Chocó una decisión que afecta el presupuesto nacional, o cuando le quitamos a los vecinos del Yasuní su soberanía, hay derechos y deberes que asume alguna persona que no son ellos.
Cuando nacía la democracia representativa que conocemos hoy en día, durante las grandes revoluciones, el voto fue asemejado a un vínculo de identidad: la misma identidad divina de Dios representada en la tierra por los papas y los reyes es la identidad soberana del pueblo en sus representantes. Es la personificación que inventaron para la soberanía los pensadores de las democracias modernas.
Pero las personificaciones políticas siempre conllevan falencias. Le damos derechos a una naturaleza que no puede decidir por ella misma, le quitamos derechos a los habitantes del Yasuní, votando por ellos, o restringen derechos los habitantes de Pichincha al resto del país votando como votaron. Es allí, en esas falencias, donde se agazapa el concepto más activista de soberanía, aquel que se fundamenta en identidades y representaciones en constante evolución.
Chiste digo que parecen las dos consultas de hace unos días porque, además de todo lo comentado, que aplica por igual en múltiples situaciones en donde no se superponen adecuadamente derechos, deberes y soberanía para decidirlos, los resultados ponen en evidencia que ni siquiera estamos todos de acuerdo en lo que entendemos por la voluntad popular.