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Emoji sonriente

Avatar del Jaime Rumbea

El pájaro no silba porque está feliz sino que está feliz porque silba

La ciencia sabe hoy que nuestros gestos son en igual medida consecuencia y causa de nuestras emociones. No es la sonrisa solo una expresión de alegría, es también una fuente de alegría para quien sonríe y para otros.

La empatía, aquel elusivo talento, es susceptible de ser estudiada y practicada. Su técnica fundamental es la mimesis. Por eso cuando empatizamos con alguien, el efecto es bilateral. Arremedo al otro, empatizo, él empatiza conmigo: nuestras emociones producen efectos en nosotros y en los otros.

Al estudio de estos ciclos le llaman ingeniería social o dinámicas interpersonales de la emoción. Cientos de experimentos lo prueban. Erguirnos, proyectar una sonrisa y levantar el mentón antes de cruzar la puerta hace toda la diferencia, disparando secreciones invisibles en nuestro cuerpo, implicando qué versión nuestra predominará en la interacción posterior. Hasta en la pantalla, la proyección de emociones del político nos condiciona favorable o negativamente hacia lo que dice.

Lo bueno: podemos sacarle provecho a estos descubrimientos en nuestras reuniones, negociaciones y relaciones familiares. Lo malo: ignoramos cómo se traducen y proyectan estos saberes en los soportes modernos de comunicación virtual.

Veamos que, al enviar el emoji de una llantina, podemos cínicamente proyectar una emoción que no sentimos; y el interlocutor tendrá dificultad para saberlo. En la política sobre todo, pero en los negocios y en la familia también, se complica la cosa con más interacciones virtuales: es alerta en temas cargados de emociones.

Nuestra dinámica interpersonal de las emociones nos persigue desde nuestra herencia primate, cuando la comunicación no verbal, física, determinaba la cooperación o el conflicto. Pero se nos viene una ruptura trascendental de aquello, metaversos de por medio.

Sea lo que fuere, siempre será mejor para nuestra vida social proyectar nuestras mejores emociones. Son más constructivas, más cooperativas. Además es más fácil mandar un emoji sonriente que sonreír de verdad.