Jaime Antonio Rumbea | Mi aporte a la Consulta
Si el Gobierno más joven y disruptivo de la historia va a hacer una Consulta, que sea algo que realmente cambie las cosas
No me he puesto a revisar si la Constitución permite preguntar cualquier cosa en Consulta Popular, pero poco importa: el pueblo es el soberano y nadie está, por ende, encima de él; todo el resto son elucubraciones que nada importan cuando es bajo esa misma Constitución que los capos administran el aparato del Estado.
Quiero soñar con una Consulta en la que se le pregunte al pueblo algo que realmente cambie las cosas. Algo que destrabe el entuerto en el que se ha convertido nuestro contrato social. Deberíamos preguntarnos a qué debe realmente dedicarse el Estado.
Con el pasar de los años se desdibujó lo que debe, lo que puede, lo que queremos y esperamos que haga el Estado. Las mayores limitaciones y frustraciones del Estado moderno son consecuencia de ese descalce.
De aquello que hizo el Estado originalmente, esto es, garantizar la seguridad física de las personas con el monopolio de la fuerza, a lo que muchos esperan hoy en día, esto es, garantía de seguridad psicológica, hay un mundo de distancia, obvia base del desarraigo político reinante. Derechos civiles, políticos, económicos, sociales, de primera, segunda, tercera, o hasta cuarta generación, son todos inventos sucesivos con los que una entelequia burocrática nos resuelve la vida. ¿O no?
Aquí la pregunta: ¿Está usted de acuerdo en que el Estado haga pocas cosas muy bien en lugar de muchas cosas muy mal?
Complementa la pregunta un listado de las 5 o 10 cosas que se le han encargado al Estado moderno desde su período fundacional, hace un par de siglos. Para que el ciudadano vote: Priorice cuáles de estas materias debería atender el Estado, en orden de importancia para usted -podría ser la redacción.
Tal vez si mi activismo onírico tiene algún sentido, podría el gobierno establecer con su presupuesto cuáles de esas cosas acometer. Pensémoslo: no 100, no 20, no 10 mal hechas, sino tres, tal vez dos, incluso una, para ser hecha a la perfección. Tendríamos quizá un período de sinceramiento, de autoestima, de realización social; hasta que los políticos y los abogados vuelvan a engordar a Frankenstein.