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Liderar en un mar de subjetividades

Avatar del Jaime Rumbea

No es salomónica la repartición por equitativa o por su aritmética, realmente, sino porque las partes la consideran justa

Durante años los esfuerzos sobre negociación y resolución de conflictos se centraron en aumentar y luego 'dividir el pastel' objeto de regateo.

Bajo aquel enfoque, propuesto por la famosa escuela de negociación de Harvard, al Sr. Iza y al Sr. Lasso les tocaría revisar juntos el listado de diez puntos del indigenado, agregar a aquellos otros diez del Gobierno, para luego explorar los posibles traslapes y coincidencias, previo a hacerse concesiones.

Pero la fórmula sobre cómo se debe negociar pasó de enfocarse en el tamaño del pastel y la repartición de sus pedazos a concentrarse en las percepciones de los hambrientos comensales.

La escuela de Harvard evolucionó: poco importa lo que está sobre la mesa ni lo que reciben las partes, sus percepciones sobre ello van por andarivel aparte; los comensales pueden contentarse con poco o frustrarse con mucho: sus percepciones y emociones son independientes de la distribución material.

Regresando al paro, convengamos que las percepciones de todos los interesados en la teta del Estado, sobre lo deseable y lo plausible, trascienden los 10 puntos de Iza. Algunos esperan rápida solución a la parálisis, otros ansían tomar el poder, algunos solo quisieran salchipapas, otros no reparan en lo que quieren. Incluso, las percepciones cambian, muy rápido, explicando el torrente de 'fake news' en redes.

Más harían los responsables concentrándose en las percepciones sobre las que una solución es posible, que en las reivindicaciones materiales. No es salomónica la repartición por equitativa o por su aritmética, sino porque las partes la consideran justa. Más haríamos comprendiendo las subjetividades que proyectamos sobre los problemas y posibles soluciones de nuestro país, que discutiendo cuál es el precio de la gasolina que nos satisface a todo, porque ese no existe.

Como lo sabe cualquiera que ha prestado su oído a una persona en crisis, el problema real es menos grave para quien lo ve desde afuera. Asimismo, cuando las percepciones y las emociones amainan, el pastel, grande o pequeño, es más fácil de cortar.