La mitad faltante

La nueva tecnología permite cosas antes inimaginables: cosas incluso en las que la regulación estatal pasa a ser inoficiosa
Expertos dicen que el internet que conocemos estaba incompleto hasta hace poco. Le faltaba la mitad que la tecnología de los años noventa no pudo proveer.
Esa mitad faltante es la llamada Web3, tecnología que en estos días atrae a los inversionistas e ingenieros más reputados del mundo.
Técnicamente Web3 es el internet basado en blockchain. Y es la mitad faltante porque antes de su llegada no existía la forma de administrar registros seguros en internet.
Para los que transaccionamos digitalmente con bancos o con comercios suena raro eso de que no existen registros seguros. Algún registro debe haber para que mi pedido de Amazon se cobre y me llegue, ¿no? Como herencia del mundo analógico, en el viejo internet la confianza para transaccionar dependía de los proveedores de servicios online. Los registros les pertenecían a ellos, no a los usuarios; estaban en sus servidores.
La nueva mitad del internet cambia eso. Los registros se gestionan descentralizados en máquinas independientes, que aprueban o niegan los datos antes de registrarlos, sin control centralizado del proveedor. La decisión de aceptar o negar una transacción antes de registrarla es realizada por un protocolo de código informático, de donde los registros de Web3 son ajenos al control de un individuo o empresa en particular. Cada registro queda en un bloque de una cadena irreversible de registros que las distintas máquinas de la red validan. Así funcionan los protocolos de blockchain.
¿Qué significa? Mi ejemplo preferido es que todos los bienes que el comercio electrónico no había logrado facilitar, digamos porque no había sistemas que garanticen su transacción y registro ‘online’, serán pronto parte del llamado comercio digital. Pensemos en la compra-venta de inmuebles, de obligaciones legales, o hasta en las transacciones que atañen derechos personales. Si los registros son seguros y los pagos son digitales y seguros también, nada impide que más y más activos y pasivos se transaccionen ‘online’.
Esa es la mitad que le faltaba al internet: la que hoy permite que toda la economía pueda moverse en rieles digitales.