Retórica

"Mientras los argumentos románticos no pueden medirse, los clásicos toman justamente su fuerza de la posibilidad de ser medidos"
Tiempo atrás cayeron en mis manos los escritos de Chaim Perelman. Famoso por retomar y desarrollar el conocimiento griego sobre retórica, sus investigaciones quedaron recogidas en un Tratado de la Argumentación.
En pleno silencio electoral, mientras todos ponderan sus opciones, me viene en mente el análisis de Perelman sobre los estratagemas argumentativos. Y me viene en mente lo que se nos ha dicho durante meses.
Desde la antigua Grecia sabemos que la caja de herramientas de quien busca persuadir debe ser rica en “lugares” o tópicos de donde extraer argumentos para cada objetivo y cada audiencia.
Perelman cuenta que los argumentos políticos suelen provenir de tópicos románticos como la calidad, el sentimiento, la identidad o la estética; aquellos movilizan mejor el espíritu de las apasionadas masas que los argumentos tomados de tópicos clásicos como la cantidad, la técnica o la razón.
Típicamente romántica es la imagen del joven quitándose la vida por una doncella, por un segundo más de pasión o simplemente, porque su amor es -obvio- único e irrepetible; de los mismos tópicos se nutre quien clama porque la naturaleza no es fungible, afirmando con profunda emoción que todos moriremos si no tomamos acción.
Los discursos de Hitler, Trump y Correa simbolizan muy bien los tópicos románticos del nacionalismo: del ‘Lebensraum’, del ‘Make America Great Again’ y de la Patria Tierra Sagrada. El discurso de Merkel al inicio de la pandemia parece un buen contraejemplo clásico: allí advirtió sin cambiar su tonalidad que toda Alemania se contagiaría de COVID-19 y que no había nada que hacer.
No hace falta pedirle al lector que relacione uno a uno los tópicos citados con la retórica de los candidatos que el domingo se juegan nuestro voto (aunque si los invito al ejercicio de contrastar estas cosas entre primera y segunda vuelta). Mientras los argumentos románticos no pueden medirse, los clásicos toman justamente su fuerza de la posibilidad de ser medidos. Si tanto nos quejamos del bla, bla de los políticos, si estamos cansados de los discursos y las arengas, bien vale mirar hacia donde el cambio pueda ser medido.