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Joaquín Hernández | 80 años después

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Ahora Europa en nombre de sus valores se ha vuelto campo abierto a culturas hostiles

El pasado 6 de junio de este año se conmemoró el octogésimo aniversario de la invasión de los Aliados a la Europa dominada por el nazismo en las playas de Normandía, el día “D”, el día más largo como lo acuñó el periodista Cornelius Ryan. Más de 150.000 soldados estadounidenses, británicos, canadienses y franceses, por señalar las principales nacionalidades, apoyados por 5.000 barcos y 11.000 aviones, desembarcaron en 5 playas de la región para iniciar el principio del fin del Tercer Reich. En dos guerras mundiales libradas en la primera mitad del siglo XX, Europa perdió la hegemonía que durante más o menos cuatro siglos había sostenido sobre el mundo conocido desde 1648, cuando se firmó la paz de Westfalia. No se trataba solamente de una hegemonía militar: Europa fue durante este largo período la expresión de un espíritu capaz de conjugar contradicciones y crear nuevas sendas en las encrucijadas del presente: la Revolución Francesa, la ciencia moderna, la revolución industrial, la ilustración, las nuevas formas de civilización urbana, el liberalismo. Siempre en peligrosos equilibrios, el espíritu europeo fue capaz de ir más allá de sí mismo.

Este año se reunieron en las playas de Normandía dos de los aliados de aquella saga, los presidentes de EE.UU. Joe Biden, el francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz que selló la reconciliación de Europa al escribir, “El desembarco aliado en Normandía (…) también fue una liberación para Alemania de ella misma”, como recoge El País. Sin embargo, derrotada la Alemania nazi y reconciliados los actores de esa guerra después de décadas, Europa como siempre sigue en riesgo.

Los mismos valores del espíritu europeo ponen en peligro a esta civilización. Lo advirtió magistralmente Goethe en el “Fausto” cuando expresó que la pasión por la razón iba a disolver desde adentro a la primera y que los extravíos de Mefistófeles iban a ser más fascinantes que las construcciones sistemáticas y un tanto cansinas del saber sistemático. Ahora Europa en nombre de sus valores se ha vuelto campo abierto a culturas hostiles que han migrado a su territorio y que, a pesar de gozar de su acogida, luchan por destruir desde dentro los valores del liberalismo y la universalidad. No en balde, The Economist, señalaba a las tres mujeres que hoy lideran el espíritu europeo: Von der Lyen, Meloni y Le Pen.